Hay tres reglas de oro para una terraza: aire fresco, buena vista, gran ambiente. Hay tres requisitos para el gran ambiente: buena comida, buenos tragos y buena conversación. Para la conversación si bien no hay reglas sí elementos que cuando no existen generan caos. En esta ciudad cada vez más grande y más llena de todo y todos hay pocos lugares para disfrutar el deleite del espacio libre. Nadie va a argumentar que al bosque de Chapultepec le falten hectáreas, pero a muchos restaurantes les faltan metros cuadrados. Lo chiquito es encantador, pero los que nos sumergimos a diario en la multitud agradecemos de vez en cuando estirar las piernas sin pegarle a la silla de la mesa vecina, pasar horas en la sobremesa sin culpa y conversar sin escuchar la plática de al lado. Allí está la Terraza Cha Cha Chá, que abrió hace apenas un mes.
Las tres reglas doradas de las terrazas generosas se juntan en Terraza Cha Cha Chá, un pedazo escondido en el sexto piso de un edificio art decó en la Tabacalera, que ya de por sí es un respiro de callecitas que amalgaman lo grandioso y lo sencillo. Con vista principal al Monumento a la Revolución esta terraza se construyó pensando en resaltar la vista y la amplitud, así que en lugar de añadir muros la rodearon de ventanales que permanecen abiertos y permiten ver, desde cualquier mesa, un fragmento de ciudad. Abrieron en mayo con un menú tan sencillo como bien pensado, tan corto como sustancioso.
Cocina social –nos dice el chef– que diseñó una carta que favorece las porciones generosas y el gesto de compartir. Su rib-eye o la pesca del día se sirve con 400 gramos. Nada en el menú busca ser cocina mexicana rebuscada, más bien sustanciosa, bien servida y rica. Todos los insumos, desde la coctelería a los postres son mexicanos: atún de Ensenada, pescado blanco de Oaxaca, jaiba suave de Veracruz.
El menú tiene muchos guiños a las botanas de la calle, como el chicharrón “del parque”, que en lugar de tener cueritos tiene atún, o los tacos de suadero de pato, preparados en su grasa como los de cualquier changarro laminero; el marlín para las empanadas se prepara como machaca norteña y los fines de semana tienen una espléndida barra fría con almejas chocolata, ostiones rasurados o a la parrilla y camarones para pelar. Un botanero tropical se anuncia en el letrero de su entrada y los platillos son la mezcla ideal de comida de casa y botana de calle, hasta llegar a los postres. Recomendamos el Merengón, 3 pisos de láminas de merengue con crema pastelera de té limón y fresas curtidas y maceradas en vinagre de frambuesa.
Para los días con menos tiempo para la comida un coctél, una copa de vino o una cerveza de su carta siempre son opción, en especial en las tardes, a eso de las 7:30 que el sol se pone justo atrás del monumentoque que combina el naranja del atardecer y el violeta de las luces que encienden para iluminarlo. Para los fines de semana te recomendamos reservar con anticipación, aunque sin importar la mesa que te toque, por todos lados se ve ciudad.
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