Fuimos al Paris 16 a comer, como procuramos hacerlo varias veces al año (porque nos encanta). No habíamos ido en mucho tiempo por obvias razones, y volver a las mesas que pusieron al aire libre fue una muy buena sorpresa. El pasillo que antes daba al restaurante (y al lobby de esta torre de Mario Pani) que tiene un mural poco conocido de Mathias Goeritz, es ahora una extensión del restaurante, y no se podría poner mejor.

paris 16

Ya habíamos hablado antes de este pasillo: de la puerta de su baño, que se abre del mural como una pieza secreta. El mural grueso, de azulejo veneciano negro e incrustado con pequeños triángulos dorados, se extiende hasta el final. Ahora las mesas (redondas y pequeñas) están en la boca del pasillo, acomodadas perfectamente como siempre lo han hecho: la cubre un mantel largo y la decora un florerito largo con astromelias color durazno. El otro centro de mesa es su deliciosa salsa verde, cremosa, que acompañará la milanesa que siempre pedimos.

La vista es hacia Reforma, hacia las jacarandas, el camellón y la gente que pasa a una distancia favorable. La vista es también hacia el edificio espejo de este edificio: icónicos e inagotables.

Todo sobre el Paris 16 ya está dicho. Queríamos dar esta breve recomendación porque hay cosas que se tienen que tomar en el momento preciso. Como este plan, porque los días claros de Primavera llegaron muy a tiempo con los días de banqueta: este espacio que es más que nunca el intersticio entre el afuera y el adentro –límites rarísimos pero propios de estos tiempos. Vayan a comer rico.

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