Hubo una época, antes del neoliberalismo y de la globalización, donde prácticamente todo lo que existía en el mercado interno era “hecho en México”. Hasta las cadenas de comida rápida eran mexicanas. Eran los tiempos de Burger Boy, Tomboy y Mr. Kelly’s, y de sus decenas de sucursales que pululaban por la ciudad antes del primer Mc’Donalds en 1985.
Qué bonitos tiempos aquellos. Todavía producíamos lo nuestro y aún no estábamos asediados por las empresas transnacionales. Yo recuerdo que de niño mi papá nos llevaba al cine y a cenar al Tomboy de Palmas todos los miércoles en la noche. Además de que nos encantaban sus hamburguesas y malteadas, ir allí era toda una experiencia de diseño, sabor y ambiente.
Yo no tengo memoria del Mr. Kelly’s, ni de sus tres sucursales que existían en los setentas y ochentas en Insurgentes, Tecamachalco y Universidad. Pero sí recuerdo haberme topado recientemente con su restaurante en Insurgentes 337, y puedo afirmar que me quedé anonadado cuando vi que es casi el único restaurante sobreviviente de toda una generación de cadenas de comida rápida orgullosamente mexicanas de la década de los 70. Abrió sus puertas el 27 de diciembre de 1972 y 52 años después todavía sigue sirviendo hamburguesas.
Las remodelaciones de Mr. Kelly’s
Por eso tenía muchas ganas de escribir de Mr. Kelly’s, como si regresar allí fuera a reencontrarme con el Tomboy de mi infancia: un museo vivo de los setentas congelado en el tiempo. Pero desafortunadamente llegué tarde. Desde hace varios años lo han sometido a una serie de remodelaciones; de esas inexplicables e insoportables remodelaciones a las que someten a prácticamente todo en México. Y obviamente le metieron materiales muy contemporáneos, muy corrientes y muy feos como los pisos de porcelanite blanco y las estampas que cubren como papel tapiz las paredes.
Además se atrevieron a tapar parte de los ventanales originales y quitaron las sillas amarillas con respaldos triangulares que eran el sello distintivo de Kelly’s, entre muchas otras cosas. Para acabarla de amolar, pusieron unos televisores de pantalla plana en las paredes como los que están tan de moda en los restaurantes de “moda” que imposibilitan tener una experiencia humana, interactiva y tridimensional en la mesa, y que contribuyen a tontificar a los mexicanos. Seguramente fue la nueva generación de la familia que heredó el restaurante y que decidió darle un look más “contemporáneo” a su negocio con la idea de poder competir en un mercado globalizado e incrementar la clientela. Mala decisión.
Auténticamente setentero
Pero hay que aclarar que aún sobrevive allí el alma del viejo Mr. Kelly’s. Está todavía un letrero con su tipografía y dibujo de época que dice: “¡Bienvenido! Es un placer verlo de nuevo”; una pared de mosaiquitos vinos y un restaurant que en el corazón es auténticamente setentero. En realidad, si le quitas todas esas remodelaciones superficiales y desatinadas podrías regresar en el tiempo al Kelly’s original. Y su hamburguesa curiosamente sabe como sabían las hamburguesas de aquella época, con su carne un poco seca y magra (pero rica), su bimbollo bimbo y su lechuga iceberg.
Sólo me falta decir que Kelly’s tiene hamburguesas de res como la Mr. Clásico, la Mr. Bacon y la Mr. Grand, además de las rellenas de jamón o de roast beef. También tienen nuggets y tacos tipo U.S.A. Sus precios son accesibles: los paquetes de hamburguesas con refresco y papas están ente 93 y 120 pesos.
Frente al hecho casi irrefutable de que el fin del mundo se acerca por culpa de la especie humana, se entiende que la gente quiera dejar de comer carne y se vuelva obsesivamente vegana o vegetariana. Sin embargo, para los que todavía nos permitimos un desliz y además tenemos un poquito de nostalgia por el ayer, no resulta mala idea visitar y comer en Mr. Kelly’s mientras esperamos el apocalipsis.