La historia de los Sopes de la 9 comenzó más de 30 años atrás cuando la calle que hoy conocemos como Luis Spota se llamaba Avenida 9 y Eje Central era Niño Perdido en la San Simón Ticumac, barrio de Carlos Monsiváis y uno de los más antiguos de la ciudad.
Resulta que el señor Raúl Flores tenía una cremería muy pequeña en la esquina de Montes de Oca y (antes) la 9, y un día se le ocurrió sacar un anafre y hacer sopes para vender más crema. Poco a poco, de boca en boca, los se volvieron un éxito. Así, 7 años después se mudaron a un lugar más grande casi enfrente, pero les seguía quedando chico y se ampliaron hacia el estacionamiento… Ahora hasta tienen sucursales.
En los Sopes de la 9 hay barbacoa, birria, pozole, mole de olla, carnitas o caldo de camarón. Pero lo bueno bueno (valga la redundancia) son los sopes: hay de huevo, milanesa, cochinita, cecina, pastor, suadero, chicharrón, pulpo, marlín, camarón, tinga, hongos, champiñones, rajas, chorizo o casi cualquier cosa que se ocurra. Y sí, también hay sopes de tocino o el favorito que es el de bistec con queso y crema.
También la tortilla puede sustituirse por nopal, y hay una fuente de sodas con muchos jugos y frutas; la mejor de todas las aguas es la de mango, sublime. El flan, la malteada de pistache y la sopa de tortilla son tan buenas que también valen la vuelta. Este es el restaurante perfecto para desayunar. Recomendamos ir temprano en fin de semana para no tener que esperar.
**Si de casualidad hay algún fan de la pancita leyendo esto, les recomendamos cruzarse a El Rábano de la 9 pues se rumora que venden la más rica de todas, pero esa es otra historia.
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