Leo’s no es un secreto, pero tampoco es reconocido como –en nuestra opinión– debería serlo. Lleva décadas de ser conocido como uno de los mejores lugares para comer pizza en la ciudad, pero su ubicación lo envuelve en una aparente clandestinidad; es el único restaurante en una solitaria calle residencial en Coyoacán. Y su estética es extraña.

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Por fuera, Leo’s está pintado con los colores de la bandera italiana, y dentro, docenas de botellas de chianti de mesa cuelgan del techo sugiriendo una atmósfera cálida, casera. Cada detalle sobre sus muros está encriptado en lengua toscana, y las pequeñas mesas con manteles de cuadritos tienen el espacio suficiente para una generosa porción de pasta o una pizza, su especialidad.

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En Leo’s la pizza es como la bandera italiana, sus colores perfectamente equilibrados en sus tres ingredientes primarios: masa, mozzarella y pomodoro. Su masa es delgada, su queso generoso y su salsa suficiente; todo como debe ser. Y lo mejor es acompañarla de botella igual que las que cuelgan del techo, porque en Leo’s lo importante es lo casual, lo bien servido, lo reconfortante (y no, como en otros italianos, lo elegante). Aquí casi todos van en pareja o bien con alguien de buen diente y buena conversación. Se puede platicar sin alzar la voz y la decoración forma una perfecta acústica.

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Además de la pizza, Leo’s trae en su menú un nutrido cargamento de delicias peninsulares: ensaladas, postres, pastas y lasagnas… Es una experiencia no solo culinaria sino visual (en una estética hiperrealista pero disfrutable) y cómoda: el techo en dos aguas “privatiza” la  ocasión, como lo haría una cabaña de madera.

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