En esta ciudad a veces lo especial no está escondido, sino bien a la vista de todos. Uno pasa tan rápido que va sin ver, y lo discreto se escurre fácil. Frente al Teatro Metropólitan está uno de esos sitios a los que uno no llega si no sabe que está allí. EN es una fondita japonesa que no mide más de 5 metros de ancho y unos cuantos más de fondo. Es diminuta. Hay tres mesas, ocho bancos, una cocinera, dos opciones de ramen y dos de yakisoba.

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Te reciben con un plato pequeño de puré japonés y algunas hojas de lechuga con aderezo de la casa. El menú de EN cambia todos los días dependiendo de los ingredientes, pero mantiene su estructura. Siempre hay ramen, por ejemplo, una opción con carne y otra vegana; siempre hay yakisoba, y cuando en cocina da tiempo, un platillo especial. Todos los días anuncian las opciones del día en sus redes sociales.

A nosotros el menú nos tocó así: ramen de Costilla o vegano con fideo de berza ($155), Yakisoba de lomo de cerdo o de hongos ($135); curry verde vegano ($145) de berenjena, pimiento y camote o una opción de curry verde con pollo. Además, órdenes de 6 gyozas de carne o vegetales ($75) y una hamburguesa de camote y lentejas ($100).

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Todo es hecho al momento y varios letreros invitan a prepararse a esperar con calma: “Por favor tener paciencia, se cocina al momento. No hacemos comida rápida”. Otra hoja de papel indica: “Aviso de la cocinera: por favor preguntar sobre menú, pedir orden y la cuenta a mesera”.

La cocinera y dueña es Miho Nagay, siempre detrás de sartenes, completamente sola, friendo algas para el yakisoba y jugosos pedazos de cerdo para el ramen. Llegó a México fascinada por la cultura latinoamericana y dispuesta a aprender español. Es periodista, y durante los primeros cinco años en el país mantuvo su trabajo como corresponsal independiente, hasta que la economía la obligó a buscar otros ingresos. Así decidió abrir su restaurante, en el local más pequeño de la calle Independencia.


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Con sus tres mesas y poquitos bancos, EN no es tanto para sobremesa, por comodidad y por respeto a la fila constante de personas esperando pasar. La comida es rica, de sazón casero y las opciones pocas. Suficientes. Los comensales entran y salen, piden, comen, pagan y se integran al río de gente que transita por El Centro a diario. A veces la comida se acaba a las 4 y a veces a las 6; no hay forma de saberlo. Lo mejor es probar cualquiera de las opciones, ir poquitos, para no estar apretados, comer rápido y regresar contento al río incesante de gente que camina afuera.

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