Ruidosa, caótica, monstruosa. Lo bueno de vivir en la ciudad de México es que cuando menos lo pensamos, algo —un bar, un restaurante, una cafetería— abre sus puertas con la esperanza de que permanezca ahí mucho tiempo, o al menos el suficiente para volverse un clásico, un indispensable. Café Bandida, una pequeñísima cafetería en la calle Pitágoras, es el refugio que no sabíamos que necesitábamos.
Con apenas tres mesas dentro, este local nació del puro amor de una pareja, Diego y Steph, a hacer algo más que solo trabajar (aunque, por supuesto, esto sea un trabajo). Bandida es un lugarcito para no vivir atado a un cubículo de oficina ni sufrir horas en el tráfico de la ciudad. Y con eso en mente, este café se convirtió pronto en una parada obligada de vecinos y demás curiosos. Nosotros llegamos luego de que en el scroll infinito de TikTok se nos revelara un video de 15 segundos en los que la pareja contaba cómo fue construir Bandida de cero.
Tienen un menú corto, ligero, con opciones para desayunar como sándwiches de jamón de pavo y queso gouda, molletes o toasts de aguacate con tomates cherry, pero nada más elaborado. Su café no envidia nada a las cafeterías de especialidad, tienen un horchata brew que es delicadeza líquida, la mejor manera de pasar el mediodía. Además, tienen bebidas por temporada, como el pumpkin spice latte, y su matcha está endulzado con miel de abeja, lo que le da un sabor increíble e inesperado. No hay nada que sea extraordinario, pero tampoco lo necesita. Bandida resalta precisamente por la calma y la sencillez que otorga a cualquiera que pase por ahí.
Pero como este lugar no solo podía ser una cafetería, también venden prints y objetos de diseño hechos por vecinos artistas, personas que buscan de una u otra manera sobrevivir en una ciudad como la nuestra sin sucumbir a las grandes corporaciones. A veces, hay noches de vinilos en las que nadie se la pasa mal. Por las tardes, los días que abren hasta las seis, venden cerveza artesanal para cambiar la cafeína por algo igual de fuerte. A pesar de que llegamos casi al desayuno, nos quedamos largas horas a escribir y leer: ya casi no se puede hacer eso en otros lugares donde el barullo no nos permite escuchar a las voces que rondan nuestro interior. En Bandida, a pesar de estar a pie de calle, casi no se escuchan los cláxones, ni los frenones, ni la voz del “fierro viejo” que acostumbra arruinar cualquier videollamada.
Café Bandida es uno de esos rincones citadinos que nos recuerdan que no necesitamos más para pasarla bien. No hace falta un gran salón ni platillos tan sofisticados que a menudo pagamos más de tres veces su valor. Si la ciudad es ruido, también puede ser silencio. Y Bandida puede ser un refugio en la ciudad para escapar de todo aquello que no nos gusta. Nos alegra que, aunque sea solo para pedir un café para llevar o para que nos quedemos horas a trabajar, lugares como Bandida existan y resistan.
@cafebandida
Pitágoras 439, Narvarte Poniente
Domingos y lunes | 9:00 – 15:00 hrs.
Miércoles a sábado | 10:00 – 18 hrs.