Al parecer, la dona es cada vez menos un desayuno de policía gringo y más una excusa para hacer combinaciones innecesarias, deliciosas. Por lo menos en algunos lugares. Hay algo en las donas que aunque se parezcan a otro pan dulce siempre saben mejor. Hay donas buenísimas de cadenas de restaurantes, todos lo sabemos, pero también hay donas buenísimas de más alta repostería, y pocos están conscientes.
Nuestras favoritas están en estos 3 lugares que hacen buen homenaje a esta pieza de pan agujerada. Todas tienen en común ingredientes buenos y poco convencionales.
1. San Pastel
Esta pastelería sabe darse a desear. Mientras que todos los días preparan postres y pasteles deliciosos, sólo los viernes son destinados a las donas. Y, obviamente, no se rinden a lo común. Aquí, definitivamente, hacen las combinaciones más extrañas, que además varían todos los viernes.
Para celebrar este día, en San Pastel lo harán con este menú y promoción (compras 2 donas y te dan bebida gratis): maple tocino, crema de limón con chocolate blanco, matcha, Jamaica, chocolate con coco y crema pastelera con brownies.
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2. Catamundi
Muchas veces es cierto que el que mucho abarca poco aprieta. Otras no. Catamundi es restaurante, panadería, dulcería (fina), tienda de vinos y puros y charcutería. Pero lo hace bien. Sobre todo con sus donas, que ya son muy famosas en la ciudad.
Catamundi ha asumido bien esta fama y mañana celebrará el día así: Una estación para que cada quien haga su propia dona (recién hecha y con muchos glaseados) y una sobre oferta de sus tradicionales donas de matcha, maple con tocino y triple chocolate. Sus lanzamientos sorpresa del mes (los de mayo fueron chai, blueberry, lavanda).
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3. Da Silva
Una de las mejores panaderías de la ciudad tiene también una de las mejores donas de la ciudad. Donas que no son donas sino cronuts, un híbrido de croissant y dona que nació en Dominique Ansel Bakery, en Nueva York (donde la gente hace filas de cuadras completas). En Da Silva las preparan todos los días de vainilla, capuchino y chocolate. Y todos los días –como todo su pan– se acaban.
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