Encontrar rampas de acceso, perros de asistencia en lugares públicos o menús en braille en restaurantes ya se ha vuelto parte de la vida diaria de una ciudad que es más accesible —y sensible— frente a las personas con discapacidad. En una buena gama de restaurantes, centros comerciales, plazas y parques hay condiciones para el esparcimiento sin barreras.
Estos son algunos restaurantes y cafés que están acondicionados para personas con alguna discapacidad.
Alamanegra Café
En este recinto de “culto al café” no hay carta en braille, lo cual en realidad no es un obstáculo, ya que incluso la carta para los normovisuales está diseñada como una fórmula matemática. Aun así, Karen y Sebastián explican los diferentes matices, así como los métodos de preparación. Las bebidas insignia son el café Gibraltar, que se sirve en un vaso para whisky con una base de expreso y 90 mililitros de leche, para dar como resultado un macchiato o cortado, con granos de Chiapas o Nayarit. La otra es un cold brew, brebaje helado que se filtra por goteo. No hay bocadillos salados, pero sí dulces: galletas de cardamomo con pistache, lavanda y chocolate blanco, o la vegana red velvet, a base de betabel horneado, así como un croissant bicolor preparado con ganache de chocolate o, si quieres algo más intenso, la concha de tres chocolates.
[snippet id=”10352″]
Este clásico de la cocina de mar tiene muchos clientes fieles, como Lucero, a quien no le gusta sentarse en las mesas de su terraza banquetera –en las que se agradece que también se prohíba fumar–, así que entra con su perro de asistencia al amplio salón. Se puede consultar alguna de las dos cartas disponibles en braille. Las tostadas de atún en láminas son una delicia para abrir boca, al igual que los ceviches de almeja, roja o chocolata, que se pueden ordenar en medias porciones para no discriminar y gozar ambas. Sergio Rodríguez, mesero del restaurante, sugiere también el sashimi de jurel y, de los platos fuertes, el pescado a la talla. Entre los postres, hay pastel de merengue y fresas o tarta de higos frescos y queso. Para el acceso de personas con discapacidad física, el diligente capitán abre la salida de emergencia, a la que se llega por una rampa, y hay un baño propio para ellas, pero toma en cuenta que está al fondo del salón, regularme atiborrado de mesas extra. Se sugiere reservar.
[snippet id=”36771″]
.
Se entra por el portón del inmueble, el cual hospeda un hotel, restaurantes, cafés y boutiques. El menú fijo está disponible en una versión en braille y el personal, en especial la recepcionista Valeria Martínez, está capacitado para hacer sugerencias muy seductoras. La sopa de tortilla resulta espectacular, porque se sirve en un tazón cuya tapa es una catrina y, como es “la reina de las sopas”, se come con una cuchara dorada. El concepto culinario pone el acento en una cocina mexicana “poco vista”, como el pescado Tikin-xic, el salpicón de venado o las enchiladas de jamaica orgánica bañadas con una salsa roja de chipotle. Tome en cuenta que no hay baños para personas con discapacidad, pero en el restaurante contiguo, Puntarena, sí los hay y basta pedir permiso para usarlos.
[snippet id=”36770″]
.
Al bajar a la recepción, por una rampa con barandal, hay un gran pájaro de penacho rojo que le da nombre a este restaurante. Para las personas con discapacidad física es mejor pedir una mesa en el segundo piso, en el que se ubica el baño, y al que se llega por un elevador. La carta con platillos de comida mexicana también está disponible en braille; se presentan como “Cenicientas” vestidas con sus “ropajes de fiesta”. Se recomienda los escamoles al epazote, sopa de pescado y nopal, pulpos adobados al epazote o a la parrilla, o el filete de res al tuétano. Para terminar, corra el riesgo de romper la zapatilla de cristal y termine con el pan de elote y natas.
[snippet id=”36773″]
.
Es muy probable que aquí se encuentre todo tipo de locales: vinatería, quesería, paletería, jochería, empanadería, macarronería, panuchería, carnicería, pozolería, y hasta una librería (Porrúa). Claro, todo con un toque hipster. De ahí que, por ejemplo, haya un menú kosher (Wok in Roma), las paletas de hielo tengan sabor a mojito o gin con pepino (Dulce Almacén) y haya un “pozole princesa, tamaño para señorita” (José Guadalupe). Este “mercado gourmet de vanguardia” cuenta con dos rampas en sus áreas de ingreso. El elevador no llega al mezzanine, sólo al segundo piso, en el que se ubican el restaurante bar Biergarten y el bar especializado en whiskies y habanos Cigar Point (ambos carecen de menú en braille). Todo es muy gourmet, pero, como de cualquier mercado, usted saldrá con la ropa oliendo a fritura.
[snippet id=”36774″]
.
A este restaurante, de longeva tradición, llegan muchas familias, a veces acompañadas de los abuelos, quienes se apoyan en un bastón o andadera. La accesibilidad para ellos es total, a pesar de que se trata de una hacienda colonial: en la entrada cuenta con una rampa de suave declive que conduce a un pórtico, cuyo nivel de piso se mantiene uniforme al recorrer un patio sevillano. El personal, capacitado para brindar un servicio impecable, está sensibilizado y ofrece una silla de ruedas a quien pudiera necesitarla. La carta de comida mexicana está disponible en braille y de ella se recomienda los taquitos de arrachera, la crema de alcachofa y el filete de pez espada al limón. Ah, también los cocteles margarita y el martini seco. Una delicia.
[snippet id=”36775″]
.
Texto publicado en el libro Ciudad de México, turismo accesible, Travesías ediciones y SECTUR, 2107.
Redacción Antonio Beltrán Rodríguez con asesoría de Linkenium .