Seguramente todos hemos pasado por ahí mil veces pero por alguna razón no lo vimos. El lugar está disimulado a pesar de ser enorme, de buen gusto y con terrazas al aire libre en ambos lados de la esquina. El hecho de estar en la Roma y gozar de un poco de “invisibilidad” es a todas luces un buen elemento; uno puede sentarse, comer y quedarse horas a departir sin sentirse expuesto (como en tantos restaurantes de la Roma). Paseo de Gracia es una cantina amplia, con luz natural, que lleva 5 años en la calle Frontera y tiene algunos platillos espectaculares de cocina vasca.

En Paseo de Gracia sirven botana a la vieja usanza de las cantinas nacionales. Es decir, por un consumo de alrededor de $250 pesos ofrecen botanas caseras, muy bien servidas y variadas. Nos sirvieron una sopa de poro y papa memorable, tortitas de carne con frijoles negros (los frijoles exquisitos) y tostadas de atún.

paseodegracia

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Allí uno siente la amplitud y a la vez la concurrencia; es bastante grande para los estándares actuales y los comensales se mezclan entre gente de edad, conocedores (hay las mesas de clientes habituales que piden platillos especiales y juegan cubilete) o adultos contemporáneos de la zona. Sin tanto adorno –lo cual se agradece–, Paseo de Gracia tiene algo de decó –los muros son blancos, altos, y las mesas son más bien como de un deli moderno. Hay una barra al fondo que se impone para dar validez al espacio. Y aunque funciona más como un adorno, su estilo –del tipo español post-colonia– recuerda a la tradición de la cantina clásica (como del Tío Pepe) pero en color chocolate en lugar de caoba como en las cantinas antiguas. La amplitud también se siente por los ventiladores en el techo  ––una especie de provincia capitalina que viene bien al espíritu.

Lo verdaderamente especial de este restaurante/cantina, además de la luz y la amplitud, está en algunos platillos del menú. La carta tiene las opciones típicas de una buena cantina vasca-mexicana, pero el chef, Jon Arrozpide Goicochea (nacido en San Sebastián), añade algunos trucos como de magia para destacarlos. Hace por ejemplo unas reducciones extraordinarias para bañar el solomillo de res, el cordero o el filete de atún; de esas que uno moja en un pedazo de pan hasta limpiar el plato. Los escabeches también son su especialidad; puedes pedir codornices en escabeche y comértelas con las manos y es lo más fresco para empezar a lado de un vino blanco.

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Quizás el platillo más famoso (que ni siquiera está en el menú) es el robalito de 1k a la espalda, cubierto de verduras y camarones. Los que lo han probado regresarán siempre por él. Y eso es lo que define a las buenas cantinas, tener platillos por los que uno regresa toda la vida.

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Allí, como dijimos antes, uno puede sentarse a departir por horas en sobremesa; el servicio es muy bueno y hay área de fumar en unas terrazas deliciosas. Es un gran lugar para comer excelente comida vasca y tomar a gusto. Los fines de semana tienen bufetes de 1 a 6pm. El sábado es comida mexicana ($275) y el domingo es español ($290). Para nosotros fue una sorpresa conocerlo y lo recomendamos mucho.

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