En Galería Plaza de las Estrellas (probablemente la plaza más extraña de esta extraña ciudad, y de la que hablaremos pronto) está el primer restaurante tailandés del país. Llegar, una vez dentro del edificio, es confuso. Los mapas mienten: algunos ubican al restaurante Bangkok en el primer piso, otros en el segundo, y los guardias de seguridad sólo dicen “camina derecho y luego das la vuelta”. El Bangkok está en la segunda planta, justo frente a la estrella de Juan Gabriel y a la vuelta de la Julio Iglesias.
En 1985 no había en Latinoamérica, en el país o en la ciudad un solo restaurante que preparara comida tailandesa, así que al Bangkok le quedó el título del más antiguo. También la fama de ser excelente; los comentarios que lo mencionan en internet prometen, entre otras cosas, “comida espectacular” y “el mejor pad thai”. Lo cierto es que en ese pequeño lugar de espíritu inconfundiblemente noventero tal vez ya no rija la excelencia de otros tiempos, pero la visita aún es especial.
Todas las mesas están cubiertas con manteles naranja brillante del mismo pantone que las paredes. Los cubiertos son de bronce con tallados pequeñitos, y los platos llegan de vajillas dispares y coloridas. En el menú todo suena especial. Hay una sopa de pollo y hongos con crema de coco y té de limón (Tom Ka Kai) que sabe a un tiempo a cítrico y dulce; pad thai tailandés con tallarines, pollo, camarones, verduras y salsa de cacahuate; camarones con salsa de tamarindo y arroz (Gung Makam).
Aunque su fama de delicias lo precede, creemos que los mejores años de la cocina del Bangkok tal vez hayan pasado. Con todo, los precios son muy accesibles y la oportunidad de comer comida tailandesa sin gastar una fortuna bien vale la visita. En especial pidiendo el “menú express” que sirven de lunes a viernes de 13 a 18 horas. Por 140 pesos dan sopa de verduras agripicante con pollo y chow min; sopa de mariscos, arroz frito con pollo y verduras o rollo primavera, brochetas de pollo y curry rojo.
Para el postre mención especial al arroz pegajoso con leche de coco y mango (Khoa Niao o sticky rise) que llega calientito y acompañado de un radiante mango de amarillo perfecto.
El restaurante Bangkok es uno de esos viejos conocidos de perfil bajo, calladito. Su propia ubicación al centro de una plaza perdida en el Circuito Interior lo vuelve un poco como un secreto. Seguramente es el favorito de algunos comensales nostálgicos que lo conocen desde hace mucho. Y para los que van llegando, es un gran pretexto para probar la comida tailandesa.
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