A estas alturas ya leímos (o escuchamos) cientos de crónicas sobre el line up, las actividades, los escenarios o el “paraíso mágico-místico-religioso” que fue Bahidorá en el 2017. Incluso aquí nos emocionamos con las presentaciones que esperábamos disfrutar aquel fin de semana. Sin embargo, en estas líneas proponemos una mirada a las iniciativas de los organizadores para reducir el impacto de nuestra huella de carbono en el Parque Natural Las Estacas durante el carnaval.
Hay que recordar que la premisa de todo carnaval en el mundo implica una fiesta en un espacio público durante un tiempo en que hay cierta permisividad y descontrol. El de Bahidorá no es la excepción y además es uno de los carnavales no religiosos que inauguran el año.
En su quinta edición, los organizadores esperaban a 10 mil personas y al final del evento hubo alrededor de 11 mil seres humanos codeándose entre los escenarios de Las Estacas. Esto implica, en primer lugar, la puesta en práctica de algunas iniciativas preventivas como que no se permite la entrada al festival con cualquier tipo de aerosoles, bloqueadores y repelentes no biodegradables o con alcohol para proteger a las especies que viven en el río y disminuir las emisiones de CO2.
Por otro lado, la titánica labor del personal encargado de la limpieza para recoger la basura y vaciar los contenedores constantemente. Durante el carnaval todos los alimentos y bebidas que se consumen se entregan en envases biodegradables (o cada quién puede llevar su termo y el domingo en la mañana se arma la fila de gente con sus termos para cambiarlos por artículos promocionales de las marcas que participan en el carnaval); los restos de comida se hacen composta –que reemplaza el uso de fertilizantes en el parque– por lo que separar la basura es siempre una acción obligatoria. De hecho recomiendan llevar pequeñas bolsas o contenedores para acumular desperdicios antes de depositarlos en los basureros comunes.
El uso responsable del agua también es una de las medidas que se incentiva durante el carnaval: las regaderas manuales, los sistemas de agua tratada para los baños y lavabos comunitarios fueron sólo algunas de las acciones más sobresalientes. Según los organizadores, en el 2015 cada asistente al carnaval generó en promedio cuatro kilos de basura; el año pasado lograron, gracias a las estrategias de sostenibilidad que diseñó Impact0, reducir la cantidad de basura a menos de medio kilo por asistente. Las cifras parecen muy confiables si se considera que son tres días de fiesta permanente.
La cantidad de cerveza, comida, cigarros y bloqueador que consumen 11 mil personas durante tres días puede ser devastadora y, por eso, despertar cada mañana y ver que todo está limpio –huele a fiesta pero no se ve basura en ningún lado– es admirable: no hay vasos, cucharas, colillas ni una nata en las cristalinas aguas del río tiradas por ahí y tanto el personal como los asistentes somos responsables de ello.
Al llegar a Bahidorá se aceptan las reglas del juego, uno es responsable y consciente del ambiente y lo que nos rodea. El respeto a la naturaleza y a otro ser humano son dos de los valores fundamentales de este carnaval que promueve el amor a la diversidad y el sentido comunitario mediante prácticas que reduzcan nuestra huella de carbono. Enhorabuena.