Quienes han visitado el deportivo 14 de diciembre —también conocido como ex balneario olímpico Pantitlán– a unos pasos de la estación homónima del metro dicen que uno va ahí para escapar del calor y nada más (el Gobierno trató de convertirlo en una playa artificial pero hay que decir que el agua tiene color de duda). Sin embargo, para los punks de la ciudad, ese espacio de albercas, canchas y chapoteaderos es un lugar de culto.
Además de las canchas de futbol rápido y albercas olímpicas que alguna vez le dieron nombre al deportivo, también hay un salón de eventos que durante los ochenta y principios de los noventa fue uno de los sitios más importantes para la escena punk en la ciudad. Tocar en el ex balneario olímpico era importante para las bandas locales, porque ahí sólo llegaban los grupos consagrados. Bandas como Síndrome, Transmetal, Rebel’d y Aquelarre, tremendas para la escena local de esos años, aseguraron su paso a la historia del rock nacional después de haber pisado ese escenario.
Y es que en 1992 hubo dos presentaciones históricas en el auditorio de Pantitlán: The Cramps y Ramones. Los rumores de que ambas bandas llegarían a México empezaron a correr tres años antes, justo después de que los Ramones dieran un concierto en Tijuana, pero como más de una vez el público de la ciudad compró boletos falsos para ver a ambas bandas, nadie lo creía mucho. Un día empezaron a circular los flyers y los carteles con la frase “¡Totalmente en vivo!” y la escena punk de la ciudad vió recompensada la perseverancia.
The Cramps tocó primero, un 9 de agosto. De la presentación en el balneario sobreviven poquísimas pruebas y aún menos testigos, pues un día antes el grupo también dio un concierto en un foro llamado L.U.C.C. Si no fuera por algunos coleccionistas que aún guardan copias del cartel, el concierto de Pantitlán habría desaparecido en el tiempo.
Los Ramones tocaron el 26 y 27 septiembre con La Lupita como teloneros; los boletos se vendieron en el Tianguis del Chopo por $60,000. La segunda fecha (un domingo) es la que todos recuerdan como uno de los shows más importantes del underground capitalino. De hecho, el escritor J.M. Servín comenzó su libro Del duro oficio de vivir, beber y escribir desde el caos con una crónica sobre el concierto:
Lo que alguna vez fue un balneario apto para desarrollar anticuerpos contra enfermedades venéreas y gastroinestinales, se sacude con un violento zangoloteo eléctrico que literalmente pone los pelos de punta. El epicentro es un escenario donde cuatro escuálidos greñudos se aplican obsesivos en generar descargas voltaicas con guitarras y una voz cavernosa.
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En ambas fechas, el salón de eventos del balneario estuvo repleto. Había tanta gente que durante el show de sábado tuvieron que cerrar la puerta; muchas personas sin boleto habían entrado en la euforia del momento, y entre tanta gente, la solución fue un portazo que dejó fuera a fans que sí habían comprado entradas. El lugar se llenó de granaderos que golpearon a algunos asistentes, les quitaron dinero, cigarros y bebidas. Dentro del auditorio, la música y el calor de cientos de cuerpos amontonados siguió imperturbable.
Actualmente, en el salón de eventos del ex balneario olímpico de Pantitlán también tocan agrupaciones como la Sonora Dinamita, Grupo Niche y Acapulco tropical. Las tocadas de rock continúan e incluso bandas como Debeld’d y Transmetal siguen siendo teloneros, aunque ahora de músicos nacionales como Charlie Montana y Banda Bostik. Sin embargo, cada que alguien le llama “Punktitlán” a la estación del metro está honrando uno de los instantes más memorables de la historia del punk capitalino.
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