Desde hace varios años, la gente está volteando a ver a la Escandón. No solo por su estratégica cercanía con la Condesa, sino porque es una colonia histórica y vibrante al mismo tiempo. Sus calles son tranquilas de día, y misteriosas de noche. Uno nunca sabe qué va a encontrar: un rave en la azotea de un edificio, un puesto de garnachas al interior de una tienda de abarrotes, un lugar de birria que sale de una ventanita. La Escandón is something, lo sé yo que vivo entre sus calles. Y lo saben también Grecia y Sol, una pareja mexicoargentina, que han decidido inaugurar Agrio en la calle Astrónomos en un otrora local de compraventa de papel y cartón.
Agrio no es un restaurante ni es una cafetería. Es un club, con todo lo bueno y todo lo malo que eso conlleva. Su interior tan solo se revela cuando alguien abre la puerta y atraviesa el umbral. Nada se ve desde la calle, más que un rack con ropa vintage a muy buen precio. Nada, quizá solo el letrero, invita a que los transeúntes entren. Al interior, nadie hace mucho ruido ni la música es ensordecedora, en Agrio al parecer solo hay buena ondita y cool vibes. Tampoco hay horarios, pues la regla es sencilla: si el letrero está encendido, puedes entrar. De lo contrario, tendrás que ir otro día. Se trata de un lugar que redefine todo lo que conocíamos del servicio: no hay cocina y tampoco hay meseros, si quieres algo del menú tienes que pararte, pedirlo en la barra y esperarlo.
Aunque pareciera un lugar pretencioso, Agrio lo que busca es generar comunidad. No solo con extranjerxs, los que más visitan el lugar para sorpresa de nadie, sino con creativxs locales (diseñadorxs, escritorxs, arquitectxs, ilustradorxs) que han encontrado en la Ciudad de México una escena llena de oportunidades. Quizá la mejor manera de describir Agrio sea así: un club para los que siempre quisieron pertenecer a un club. Es posible encontrar objetos de diseño (sillas, mesas o lámparas), mesas grandes para hacer coworking y hasta una mesa de billar con la que cualquiera puede jugar. De la misma forma, hay sillones y unos cuantos libreros, para que la conversación fluya casi como si estuvieras en casa de una amiga muy querida, también hay juegos de mesa, ajedrez, y hasta un bastidor como si se tratara de un estudio de un artista. Las luces de neón, en tonos azules, rosas y rojos, es lo que distingue a este club de cualquier otro antro o cafetería modernita. Todos los perritos y gatitos son bienvenidos, sobre todo porque la pareja tiene un chihuahua café con blanco que es como una suerte de guardián de Agrio.
Por si fuera poco, la comida es riquísima. Para no tener cocina ni ser un restaurante, Agrio cuida muy bien sus especialidades. El sándwich griego es, sin duda, una de las joyas de su menú; la milanesa con puré de camote es simplemente deliciosa. Sus bebidas, cervezas comerciales, vermut, gin, carajillo, hasta agua del día, las sirven frías y frescas. Agrio es como si una fonda mexicana se mezclara con un bar español y un antro de Europa del Este.
La recomendación es sencilla: Agrio es para un jueves o domingo de chill, un día en el que la brisa de invierno apenas se sienta, para ir con amigos, en una cita y hasta para trabajar y sacudir aunque sea un poquito la rutina.