El chafirete, el ruletero, el de Tepito, el cara de foca, el rey del mambo, el macalacachimba. Esos y muchos otros personajes cabían en un hombre que, con un sólo grito, hacía estallar a toda una orquesta de metales y percusiones listas para responder a la dirección de su maestro: Dámaso Pérez Prado. Un hombre que musicalizó con mambo a la Ciudad de México y que nació un día como hoy, pero de 1916.

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Foto: Fonoteca Nacional

No podíamos dejar pasar el aniversario del Rey del Mambo sin hablar no sólo del retrato sonoro que hizo de la ciudad, sino de la enorme labor de crear la banda sonora para cada momento de la cotidianidad capitalina. Tanto así que son pocas las cápsulas o documentales sobre la Ciudad de México que no tengan como fondo el mambo del ruletero o el del Politécnico.

Perez Prado y la Ciudad de México

Hay quienes dicen que Pérez Prado vino a México a inventar el mambo, pero si tomáramos por cierta esta sentencia, estaríamos dejando fuera a maestros como los hermanos Israel Cachao y Orestes López. No, el cara de foca —como le apodó Benny Moré, “El Bárbaro del Ritmo”— no inventó el mambo, pero lo adaptó al ir y venir de una ciudad que no bajaba el ritmo ni en sus días de descanso y mucho menos en pistas de baile.

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Al igual que los hermanos López, Pérez Prado retomó elementos del danzón para combinarlos con la energía del jazz y las big bands de Estados Unidos. Eso nota en canciones como “Norma de Guadalajara”, que hasta hace unos meses todavía sonaba cada fin de semana en la Plaza de la Ciudadela. 

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Quienes convivieron con él, cuentan que era un persona que encontraba el ritmo hasta en el vuelo de una abeja, por eso no es de extrañar que le pusiera música hasta a un viaje en taxi por varias de las colonias más populares de la ciudad. Las porras del Politécnico y la UNAM también están presentes en su repertorio. Su música no es una crónica de la sonora como la de otros muchos artistas que le han cantado a la ciudad, sino un retrato del estilo de vida tan acelerado de los capitalinos. 

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Con todo, ese niño cubano que nació con cabeza grande, hombros caídos y una insaciable curiosidad musical, vino a México a dejar su huella y vaya que lo hizo bien. Hoy, casi 71 años después de su llegada al país en 1949, la Bondojo, Peralvillo, Tacubaya y Santa Julia suenan a Pérez Prado. El mismo que todavía se toca en las vecindades de Tepito intercalado con la Sonora Matanzera y otros tantos grupos que vieron a la ciudad como su indiscutible musa.

¡Mucha gloria al rey del mambo!

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