Comer fruta es uno de los grandes placeres de las épocas de calor, cuando la temperatura sube y nuestra necesidad de hidratación aumenta a la par de los grados del termómetro atmosférico. En México la oferta de frutas de temporada es abrumadora y suficiente para ser felices todo el mes de junio: mangos, limones, melones, plátanos, peras, papayas y sandías se desbordan de los cajones de los mercados de la ciudad este mes, aunque en algunos otros cajones –poquitos pero muy bien escogidos– hay otra fruta discreta pero deliciosa, con un nombre que suena poco pero sabe bien: el mangostán.
El mangostán, mangostino, jobo de la india o manzana de oro no es muy conocido en América pero es considerado el rey de las frutas en el trópico asiático: Malasia, las Filipinas, Sri Lanka e Indonesia. Cada fruto es redondo, morado y brillante con una coronita de color verde con la que se sostiene al tronco del árbol. El interior es blanco lechoso y está dividido en gajos, como las naranjas y las mandarinas. El mangostán se cosecha maduro porque una vez cortado su proceso de maduración se detiene. El sabor es bastante especial, una sutil mezcla de olor dulce, sabor cítrico y floral y textura de durazno.
El status exclusivo del mangostán es parte de su historia pues su exportación es desde su descubrimiento un tema complicado. Hay un pasaje que se volvió leyenda y que fue encontrado en una publicación de 1930 del explorador David Fairchild. En el se describe cómo la reina Victoria ofrecía una recompensa de 100 libras esterlinas a quien pudiera llevarle la fruta fresca. Aunque este dato no puede ser corroborado por ninguna otra publicación histórica la leyenda le dio el nombre de fruta reina al mangostán.
Considerado un cultivo ultra-tropical (no sobrevive debajo de los 4ºC) y que requiere un mínimo y nada pequeño 80% de humedad para desarrollarse, por mucho tiempo estuvo limitado a los territorios tropicales del archipiélago Malayo, pero con el tiempo su producción se ha extendido a paraísos húmedos y cálidos como Puerto Rico, Florida e incluso una pequeña porción en nuestro país, más exactamente en Chiapas. Las primeras 500 hectáreas del cultivo de mangostán se establecieron en el 2009 en la región del Socunusco como alternativa para la zona cafetalera, y se han extendido por los ejidos de Santa Rosa, San Antonio Chicharras, 7 de Mayo, 26 de Octubre, El Edén y Salvador Urbina, entre otros. Un reporte de SAGARPA indica que hay alrededor de 480 productores que cosechan la fruta dos veces al año.
Un kilo de mangostán puede alcanzar los 700 pesos y en el Mercado de San Juan puedes encontrarlo por temporada en $460 el kilogramo o 30 pesos cada pequeña fruta.