Hay lugares a los que se va, se disfruta y no se vuelve nunca. Hay otros –los menos– que son para regresar siempre, integrarlos a la rutina e ir en martes, en miércoles o en tu cumpleaños. El Roma Bistrot ya es uno de ellos, y es tan nuevo que todavía no hay letrero en la entrada. Está en la Plaza Río de Janeiro, es pequeño y cómodo, se extiende al fondo de un pasillo discreto que de noche se ve el amarillo de las luces y el verde de las plantas. En pocas palabras, es discreto, sencillo, se come muy bien y se toma buen vino. Hay algo allí que sienta bien.
Roma Bistrot es el nuevo proyecto de Santiago García Galván (fundador y uno de los socios) y Joaquín Cardoso, chef del Hotel Carlota y de (nuestro favorito) Loup Bar. Al igual que el Loup, el Roma Bistrot se vuelve esencial en cuanto lo conoces. Se come y se está bien, sin pretensiones. Además y muy importante, no es caro.
Un bistrot es por definición un lugar para lo cotidiano, lo poco solemne pero muy bien hecho. Nada de manteles largos; a Roma Bistrot se va para estar ligero. El lenguaje de la cocina francesa (la escuela de Cardoso), está por todos lados: en los vinos impecables, la coctelería clásica y bien hecha y los platillos sofisticados que esta vez tienen por aquí y por allá guiños a lo tropical, a lo caribeño. Digamos que es comida francesa (de la casual) felizmente tropicalizada. Se sirven, para empezar, moros con cristianos acompañados de una jaiba suave, pesca del día a la mantequilla de cítricos, brochetas de picaña o, el imprescindible, burrata de sofrito de jitomate y poro con un toque de comino.
Un bistrot clásico en su versión tropical; cocina francesa con ingredientes locales. Hay quelites, nopales y romeritos frescos para la ensalada y los postres –diseño de la chef Sofía Cortina– tienen la esencia más caribe: merengues y guanábana, cascos de guayaba con queso, Baba au Rhum, arroz con leche y coco…
En la cocina de Roma Bistrot se respetan las vedas y se cocina con lo que hay. Los ingredientes los procuran locales: de Yolcan o ranchos en Valle de Bravo y Tepozotlán, carne del norte de libre pastoreo. Por ahora tienen comidas, cenas y en algunas semanas más también tendrán desayunos. En el espacio hay mesas sencillas, una barra clásica de los años veinte al fondo.
Lo mejor: la cocina cierra a las 12, es una de las poquísimas opciones buenas abiertas los domingos y puedes irte a tomar una copa de vino hasta las 2 am.
Lo mejor es encontrar lugares para repetir, que se vuelvan cotidianos por accesibles; informales pero sofisticados. Buenos. Los platillos a los que se regresa muchas veces son al final los esenciales, y Roma Bistrot tiene muchos de esos. Un corte, un postre, una copa de vino o un coctel clásico y bien ejecutado, con el toque pequeño pero importante del lugar. Un negroni con campari, vermouth rosso y ginebra infusionada con arroz…
Le damos la bienvenida a Roma Bistrot y regresaremos todo el tiempo.
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