La historia de Los Arbolitos comenzó en una calle calurosa de Obregón, con un triciclo y una hielera llena de mariscos. Después de 30 años, ya no es sólo un restaurante sino 13 sucursales por todo el país que merecen una mención especial porque cuidan mucho la calidad y recetas. Cómo no, si algunas incluso las inventaron ellos mismos. Aquí, en la calle Euler, en Polanco, tenemos nuestros Arbolitos, como un fiel representante de los mariscos sonorenses en la ciudad.
Para la gastronomía del noroeste del país lo más importante es el producto en sí. En el caso de la carne porque son los principales ganaderos en el país. En el caso del marisco porque el Mar de Cortés es tan profundo como generoso: “el acuario del mundo”, lo llamó el oceanógrafo Jacques Cousteau. Después de la calidad y frescura, lo especial es la preparación. No se necesita mucho más que limón y salsas. El limón se usó para conservar el pescado y de ahí salió el platillo estrella que inventaron más bien en Sinaloa: el aguachile
En Los Arbolitos tienen aguachiles variados
El menú es amplio, y aunque preferimos los menús breves, aquí esto parece una buena idea (porque no habría por qué desafiar la generosidad del Mar de Cortés). Lo que varía en la carta son las combinaciones de mariscos y salsas, que van sobre una tostada, en taco, molcajete, copa coctelera o como machaca.
Así que recomendamos pedir:
De entrada unos toritos, otro invento de allá que no se encuentra mucho (ni muy bueno) en la ciudad: chile güero relleno de camarón o marlín semifrito, bañado en salsas negras. Han mejorado mucho desde que abrieron hace 4 años.
Entre las tostadas: la embazada o la cachoreada. La primera es de marlín con camarón, pulpo y aguacate. La segunda de marlín con camarón, pulpo, callo, caracol y aguacate. Originalmente estas dos tostadas tienen base de jaiba, pero en la Ciudad de México siempre se reemplaza con marlin. En Los Arbolitos cuidan la frescura de los mariscos y saben que la jaiba no llega buena. El callo de hacha, por ejemplo, lo suspenden durante el verano –porque sale muy pequeño y más aguado– o durante las vedas. A diferencia de lo que pasa con la veda de pulpo, que se puede conseguir de otra especie o zona que no esté prohibida por el momento, el buen callo de hacha siempre viene del Mar de Cortés. No hay más.
Los cocteles tienen, desde luego, un lugar especial en las recomendaciones. El agasajo es de pulpo crudo y camarón, servido en chabela con camarón crudo, camarón cocido, pulpo, callo de hacha, tomate, cebolla y salsas picantes. El maleficio: servido en chabela con callo de hacha, camarón crudo, cebolla, chile serrano y clamato. De plato caliente, lo mejor es el pulpo a las brasas o los camarones a la diabla, cocinados con crema, chile chipotle y chiltepín.
Para el postre nunca falta, en un restaurante sinaloense o sonorense, las coyotas rellenas de piloncillo, guayaba o dulce de leche.
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