La familia Robles lleva vendiendo tortas por más de 70 años en Tortas Robles, el centro, pero lamentablemente están a punto desaparecer. A finales de este año tienen que desalojar el local en el que están a causa de la gentrificación. Los vecinos de la colonia, activistas, comensales habituales y la plataforma internacional Culinary Backstreets luchan para que esto no pase.
Este artículo es para pedirles que visiten el lugar, compren una abundante y cumplidora torta, se tomen una foto, la suban a sus redes con #TortasRobles #TortasPaLaBanda #SalveRobles #TortasParaTodos y pasen la voz.
En 1947, después de caminar cuatro años desde Sonora hasta la Ciudad de México, el señor Alejandro Robles se puso a vender tortas hechas por su esposa. Las cargaba en una canasta y se paraba en la esquina de Dr. Mora y Juárez. Poco después le dieron permiso de vender afuera de un hotel cercano llamado Plaza. Junto al Plaza estaba el periódico Popular y la CTM, donde hizo amistad con muchos fotógrafos y periodistas que más tarde le regalarían las fotos originales que están hasta ahora en el local de Tortas Robles. Entre ellas hay una de Isela Vega topless con unos beisbolistas, de Pedro Infante y María Félix, que eran el mayor tesoro del señor Robles.
Diez años después de su puesto andante, el Sr. Robles estableció un local en Basilio Vadillo #10. Los días del Informe Presidencial hacía una comida a todos sus amigos periodistas y reporteros, y el primero de junio le daba a los marineros tortas gratis. Eso y otras cosas hicieron de este señor un ser querido en la colonia, hasta su muerte en 1979.
Su hija Guadalupe Robles, con quien platicamos, empezó a trabajar en el negocio familiar en 1978. Ella cobraba y su papá hacía las tortas, mientras su mamá deshebraba el quesillo. La viuda del señor Robles siguió con el negocio hasta que en 1990 se mudaron al local donde están ahora, en la Calle Colón. Hoy en día Guadalupe Robles continúa el legado.
No a la torta de jamón
Tortas Robles en la calle Colón empezó con puras tortas frías de queso de puerco, pastel de pollo y quesillo con aguacate. No vendían tortas de jamón pues su lema era: “Robles no vende tortas de jamón muera el Porfiriato y viva la Revolución”.
Cuando la viuda se hizo cargo, empezaron las tortas calientes, los tacos dorados (que por cierto están buenísimos) y los huevos estrellados para desayunar.
Para darnos una idea del éxito del negocio en la Calle Basilio Vadillo, compraban 1200 bolillos y unas 500 coca colas. Todo lo compran en el Mercado Juárez y el bolillo en la Espiga. El secreto, dicen, son los frijoles y la salsa de chipotle hechos en casa. Para tortas Robles lo más importante es la limpieza y la abundancia de ingredientes en la torta.
El edificio en el que están hoy, frente a la Alameda Central, está catalogado por el INBA; no lo pueden tirar. Sin embargo, al cambiar de dueño los obligaron a desalojar el último día de este año, a ellos y a la legendaria cafetería Trevi, que lleva más de 60 años ahí.
Hace dos semanas Tortas Robles decidió empezar toda una campaña para salvar el negocio. Lo primero fue hacer un tortatlón en el que estuvieron todo un día dando las tortas gratis (100 cada hora) a cambio de que la gente se tomara una foto y la subiera a sus redes con el #tortaspalabanda #tortasrobles #salverobles. 06600 Plataforma Vecinal y Observatorio de la Colonia Juárez (proyecto académico de investigación y acción ciudadana) y Culinary Backstreets (Guía global para comer local con sede en varios países) apoyaron la campaña.
Guadalupe Robles, quien actualmente hace cada una de las tortas, nos dice “yo quiero mucho a mi clientela, muchos que van hasta conocieron a mi papá, a veces piensan que soy seria, pero es porque estoy concentrada que si con chile o sin chile”.
Abren todos los días del año menos el viernes santo el 25 de diciembre y el 1 de enero a las 10 y cierran a las 6:30 pm.
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