Pertenezco, sin embargo a aquel género de
hombres que están siempre al margen de
aquello a lo que pertenecen, no viendo sólo
la multitud de la que son parte, sino también
los grandes espacios que hay al lado.

Libro del desasosiego
— Fernando Pessoa

Esta serie fotográfica se desprende de un sentimiento continuo: el encierro. Dar cuenta de ese sentimiento, sin embargo, también presupone posibilidades de pertenencia como de salida. Es posible pensar la pertenencia porque el encierro tiene sus propias normas, esas que, de un modo u otro, lo hacen vivible. Lo más común es confundirlo con la rutina, con la burocracia o con las normas. Pero todo encierro muestra las fisuras de sus muros.

Es precisamente en las fisuras del encierro donde tiene lugar esta serie. Aquí, la fotografía es testimonio, pero también una práctica de liberación, de salida. El pretexto son las oficinas de juzgados en el Tribunal Superior de Justicia, donde todos y todo (incluido el tiempo) parecen ser siempre los mismos y lo mismo.

Espacios de una afirmación continua, las oficinas son percibidas como enormes jaulas de interiores laberínticos, de barreras y cerrojos endebles, reforzados únicamente por la actitud de la gente que les da sentido. Aquí cuentan las ventanas, los reflejos del sol sobre los pisos, los pasillos, los jardines interiores y ese enorme afuera que, aunque se presente velado, se contrapone al artificio de la jaula y expande los espacios de la fotografía hasta horizontes aún por explorar.

El encierro, sus muros, y aquello que se promete posible más allá de ellos, son los trazos de este proyecto. También, desde luego, la perspectiva íntima y común, que se distiende como la perspectiva desde donde todos podemos observar nuestras cotidianidades.

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