En México un partido de fútbol se organiza con dos premisas muy sencillas: un terreno plano y un objeto redondo. Llámese estacionamiento, calle, pedazo de pasto, bolsas amarradas formando una esfera, botella de plástico –no redonda pero útil–, o el propiamente dicho balón. Se forma por igual con 22 personas que con dos, con lluvia que con sol; cualquier pared es portería y cualquier raya, visible o imaginaria, delimita la cancha. Un estadio por lo tanto no es una necesidad intrínseca para organizar un partido de futbol, su papel deportivo es indiscutible, pero su papel social lo es aún más.
El Estadio Azteca se inauguró a las 12pm del 29 de mayo de 1966. 105,000 personas se congregaron para el partido inaugural: Club América contra el Torino Futbol Club de Italia, desde entonces por el han pasado dos copas del mundo –la nueve y la trece–, el icónico partido de Argentina contra Inglaterra con la respectiva consagración de Diego Armando Maradonna, clásicos, juegos panamericanos, penaltis fallados y acertados de locales y extranjeros. Un símbolo de la ciudad, el Estadio Azteca está íntimamente ligado al deporte, en este país en el que estadio y futbol son palabras prácticamente homóninas, pero si en su sentido más estricto un estadio es un recinto de reunión, las reuniones no son siempre para ver rodar balones.
Antes de los grandes foros musicales de la ciudad por el Estadio Azteca pasaron Elton John en el 92 y Michael Jackson en el 93. El Papa Juan Pablo II dio el discurso de su primera visita a México ahí en el 99, Juan Villoro presentó su libro Dios es redondo en el 2006, y 300 obras se pintaron por grafiteros de toda la ciudad con invitación oficial del estadio en el 2008. El homenaje póstumo de Chespirito también fue en el estadio, o el homenaje a Don Melquiades Sánchez Orozco, la voz que retumba en todo el estadio cada vez que alguien anota un gol. La misma línea del tiempo de la historia del Estadio Azteca es prueba irrefutable de que la conversación en esas gradas ha sido además de goles, libros, canciones, pintura o religión en los 52 años que el estadio lleva en pie.