En esta ciudad hay más coches que personas. Al menos en algunas avenidas, las de las banquetas minúsculas en las que se camina haciendo equilibrio o las que de plano no existen para los caminantes, como el periférico. Los puentes peatonales vibran cuando pasan debajo los camiones de doble remolque por Circuito Interior, que ni siquiera forman parte de los 29 millones 458 mil 389 autos particulares que reportó el último censo del 2017. Claramente si de vehículos con cuatro ruedas hablamos, ante la evidencia del tráfico permanente sólo se puede concluir que ya son muchos, pero muchos más. Ah, y además faltan los taxis.
Los taxis de la Ciudad de México son entidades que aparentemente se rigen por códigos aparte. Existen en su propio tiempo –el que determina que el semáforo es verde aunque sea rojo– y en su propio espacio –en el que existen las quintas filas en carriles de cuatro–. Tienen su propio lenguaje, con códigos para pasar antes que nadie por los chilaquiles y su propia estética, una que cambia, eso sí, al ritmo de la ciudad que habitan y diariamente recorren.
Cada sexenio político ha pintado sus taxis como se le vino en gana, para “llevar un mensaje” a los mexicanos.
En la década de los cincuenta fueron los “cocodrilos” unos Ford Fairlane verdes con triángulos negros y blancos, que luego se pintaron de amarillo y verde para llamarse “cotorras”, que después fueron Volkswagen escarabajo, a los que se les quitaba el asiento del copiloto para que fuera más fácil entrar. A finales de los años 90 los pintaron de verde y les decían los “ecológicos”, que luego se llamaron los “Iron Man”; ya no “vochos” sino Tsurus, a los que Marcelo Ebrard decidió pintar de rojo con dorado. Ahora el paisaje es rosa para combinar con todos nuestros letreros de CDMX, que conmemora el voto de las mujeres, la lucha contra el cáncer, los feminicidios y los taxímetros que empiezan en 27 pesos.
Un sitio de taxis de principios del siglo XX en las inmediaciones de la Plaza del Empedradillo, a un costado de la Catedral.
Un lote de taxis “cocodrilo” en la planta de General Motors de la colonia Granada, listos para ser utilizados en 1958.
Las nuevas unidades del servicio de taxis pasando frente al Zócalo a inicios de los años sesenta. Transitan frente a la plaza destacan varios taxis “corales” y un par de “cocodrilos”.
Un taxi “cocodrilo” carga gasolina en la estación de servicio de Insurgentes y Villalongín a finales de los años sesenta.
“Cocodrilos”, “cotorras”, “canarios” y “corales”, circulan frente a la Catedral Metropolitana a inicios de los años sesenta.
Uno de los taxis conocidos como cotorras, (verde con techo amarillo), pasando frente a la Catedral Metropolitana.
Imagen del Auditorio Nacional y sus alrededores. Un taxi cotorra completa la postal de los años sesenta.
Toma aérea que muestra Cocodrilos (verde con blanco), Cotorras (verde con techo amarillo), Canarios (amarillo con blanco) y Corales o Camarones (rosa con blanco).
La plancha del Zócalo capitalino durante la presentación de los taxis de la marca Volkswagen que entrarían en circulación a principios de los años setenta.
Un taxi hace base en el sitio ubicado en la esquina de Ignacio Mariscal y Miguel Ramos Arizpe, colonia Tabacalera, en 1972.
El centro de Xochimilco, a mediados de 1979. A la derecha se aprecia el mercado, y en el fondo la capilla de la Virgen del Rosario. En primer plano los taxis Volkswagen de la época.
1980 frente a la Plaza San Jacinto, en el barrio de San Ángel, donde vemos la caseta del despachador de taxis de sitio.
A finales de la década de los 90 los Volkswagen Escarabajo cambiaron a color verde y permanecieron así hasta el 2000.
En 2008 Marcelo Ebrard cambió el color de los taxis a un rojo con dorado y añadió el emblema del Ángel de la Independencia. Estas unidades, en su mayoría fueron Tsurus.
En 2014 Miguel Ángel Mancera anunció el cambio de cromática a un rosa mexicano con blanco y con el estampado de CDMX, para conmemorar el derecho al voto por parte de las mujeres, la lucha contra el cáncer y la erradicación de los feminicidios.
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Estos fueron los logos de la ciudad antes de convertirnos en la marca ‘CDMX’