Como parte de la conquista espiritual de nuestro país, que inició en 1523, los frailes de distintas órdenes mendicantes adaptaron un sinfín de celebraciones prehispánicas para que los indígenas no sintieran como un cambio violento la imposición del catolicismo. Una de ellas fue el Panquetzaliztli, una festividad decembrina que, al igual que en la religión europea, conmemora el nacimiento del dios principal de la cosmogonía mexica: Huitzilopochtli.
Igual que la navidad, el Panquetzaliztli se celebraba durante el solsticio de invierno, que en el hemisferio norte ocurre entre el 21 y 22 de diciembre. Sin embargo, aunque, al igual que muchas otras festividades prehispánicas, quedó prohibida por los españoles al considerarla diabólica, los misioneros descubrieron que los mexicas continuaron rindiendo culto a sus dioses. Por eso decidieron que, más allá de prohibirla, tenían que buscar una forma de adaptarla a la fe católica.
Por supuesto, este fenómeno no solo ocurrió en México, sino también en países como Roma donde la navidad llegó a reemplazar las fiestas de Saturnalias y el Natalis Solis Invicti; también en las regiones escandinava y germánica donde en en fechas decembrinas celebraban el Yule.
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Coyolxauhqui
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¿Qué es el Panquetzaliztli?
Al darse cuenta de que se trataba del natalicio del dios más importante de la cosmogonía mexica y que la fecha coincidía con la víspera navideña, no fue difícil encontrar sincretismo entre Jesucristo y Huitzilopochtli. Todo esto facilitó la unión entre la virgen María y Coatlicue quien, según la tradición, también concibió a su hijo por causa divina, pues quedó embarazada por una bola de plumas que cayó desde el cielo hacia su vientre.
Obviamente, muy a pesar de las similitudes entre las deidades a las que se le deica cada fiesta, la manera de celebrar el Panquetzaliztli no era algo que hoy consideraríamos muy navideño. Todo iniciaba entre el 20 y 30 de noviembre, fecha que coincide con el inicio del decimoquinto mes del calendario náhuatl de 365 días. Uno de los rituales más notables era una batalla de cautivos donados por los grandes señores mexicas, los guerreros y los comerciantes.
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Huitzilopochtli
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Los rituales durante el Panquetzaliztli
De acuerdo con el códice Códice Tovar, atribuido al jesuita mexicano del siglo XVI Juan de Tovar, dichos esclavos realizaban una pelea ritual que simbolizaba la batalla que Huitzilopochtli libró contra su hermana Coyolxauhqui 400 huitznáhua, deidades que representaban a las estrellas del sur. Al final de la sangrienta justa, los vencedores eran sacrificados en la cima del templo dedicado a la máxima deidad mexica.
Los corazones de los guerreros eran extirpados por los sacerdotes y ofrendados al dios sol. Posteriormente, los cuerpos eran arrojados por las escalinatas del templo. Esto simbolizaba la muerte de los 400 guerreros sureños y la de la propia Coyolxauhqui a quien Huitzilopochtli arrojó por las faldas del cerro de Coatepec.
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Otro ritual importante durante el Panquetzaliztli era el recorrido del Painal, un doble y mensajero de Huitzilopochtli que asumía las responsabilidades de la deidad mientras éste se encontraba indispuesto. En esta ceremonia, una persona ataviada como el dios sol recorría la Cuenca de México como una señal de unidad y bendición para todos los pueblos.
El día más importante de todo el Panquetzaliztli ocurría el 18 de diciembre. Era la fecha elegida para representar el nacimiento de Huitzilopochtli donde, de acuerdo con el profesor investigador de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, Sergio Sánchez Vázquez, se realizaba una figura tamaño real del dios hecha de una pasta de miel de maguey y semillas de amaranto. Dicha figura era colocada en la parte más alta del Templo Mayor donde recibiría un flechazo en el pecho por parte de un arquero disfrazado de Quetzalcóatl.
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Panquetzaliztli códice
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Finalmente, el pueblo mexica podía tomar un pedazo de la figura para comérselo, algo que, a ojos de los españoles, era muy parecido a la eucaristía donde los fieles comen el cuerpo y la sangre de Cristo. Una acción que terminó por cerrar el sincretismo entre ambas celebraciones que, aunque no siempre nos percatamos de ello, siguen tan vigentes en nuestra conciencia a pesar de los años.
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