La reciente partida de David Lynch nos invita a recordar su legado cinematográfico, un genio cuya capacidad para retratar lo oscuro, lo onírico y lo sublime redefinió el cine contemporáneo. Lynch, el maestro detrás de Eraserhead, Blue Velvet y Twin Peaks, tuvo un vínculo inesperado con México, un capítulo poco conocido pero fascinante de su carrera: la filmación de Dune en los ochentas. Es un dato que, como mexicana y fan del director, no deja de emocionarme. Sí, Arrakis, el desértico planeta de especias y guerras intergalácticas, tuvo vida gracias a los paisajes y estudios de nuestro país.

Cuando México se convirtió en Arrakis

Hablar de Dune es hablar de una epopeya cinematográfica tan ambiciosa como problemática. Basada en la monumental novela de Frank Herbert, la adaptación de Lynch nació en los míticos Estudios Churubusco, en la Ciudad de México. Fue aquí donde se construyeron los interiores que dieron vida a las complejas casas nobles de los Atreides y los Harkonnen, así como los escenarios de las intrincadas intrigas políticas y espirituales del universo de Herbert.

Pero Lynch no se quedó solo en la capital: los exteriores desérticos de Dune se rodaron en las imponentes Dunas de Samalayuca, en Chihuahua. Estas formaciones de arena, moldeadas por siglos de viento, fueron el escenario ideal para representar el infinito y desolado paisaje de Arrakis. A pesar del calor extremo y las complicaciones logísticas, las dunas aportaron una autenticidad visual que sigue siendo memorable.

La batalla entre arte y producción

La producción de Dune fue legendaria por sus desafíos, algo que el propio Lynch describió como una de las experiencias más difíciles de su carrera. Filmada bajo la sombra de expectativas descomunales y con la presión constante del productor Dino De Laurentiis, Lynch tuvo que enfrentar decisiones que iban en contra de su propia visión artística.

Se estima que el rodaje movilizó a más de 1700 personas en México, entre técnicos locales e internacionales. Los Estudios Churubusco, con su vasta infraestructura, se transformaron en un hervidero de creatividad y caos. La maqueta del gusano de arena —una pieza central del filme— era gigantesca, midiendo más de 12 metros, y requirió semanas de ensamblaje y pruebas para funcionar correctamente.

En una anécdota famosa, el equipo apodó a uno de los sets exteriores como “el basurero de perros muertos”, debido al mal estado en que se encontraba antes de que el equipo lo transformara en un paisaje fílmico digno del universo de Dune. Esas dificultades técnicas y la lucha por mantener la integridad creativa son parte de la leyenda de la película.

El talento mexicano en cámaras

Algo que pocas veces se menciona es cómo Lynch incorporó talento mexicano tanto frente como detrás de cámaras. Actores como Claudia Ramírez, Angélica Aragón y Humberto Elizondo tuvieron pequeños pero significativos roles en la película. Además, cientos de extras mexicanos participaron en las escenas masivas, desde las tropas Fremen hasta los ejércitos Sardaukar.

Un legado innegable

Aunque Dune no fue el éxito que Lynch y su equipo esperaban —fue criticada por su narrativa densa y su edición recortada—, con el tiempo ha ganado un estatus de culto. Las imágenes de los paisajes desérticos, la opulencia de las casas nobles y la complejidad de los diseños son testimonio de un esfuerzo titánico que no podría haber sucedido sin México como coprotagonista.

Personalmente, saber que los icónicos gusanos de arena surcaron nuestras dunas o que las imponentes casas de Arrakis cobraron vida en nuestros Estudios Churubusco me llena de ese orgullo curioso que sientes cuando México se pone en alto, que pocas veces se asocia con películas de esta magnitud. David Lynch, un cineasta que entendía como pocos la conexión entre lo tangible y lo onírico, dejó una marca indeleble en el cine y, sin saberlo, en nuestro México mágico.

Quizás, al volver a ver la película, podamos imaginar las dunas de Samalayuca no solo como Arrakis, sino como un testimonio de cómo México, una vez más, ayudó a dar vida a una de las historias más ambiciosas del cine.