No podemos hablar por otros lugares, pero en esta ciudad hay días imposibles, de demasiada realidad. Cada quien tiene su umbral de existencia así como cada quien tiene sus trucos para tolerarla. Para transformarla suelen funcionar los libros, los amigos, las cosas específicas o las caminatas que involucran muchos rincones que mejoran los días aquí. La tienda del Mago Chams es uno de ellos. Tiene el remedio (aunque sea para un ratito) para el escéptico espíritu del demasiado capitalino.

mago chams

Hace más de 60 años, el mago Chams llegó a este rincón redondo frente al Reloj Chino de Bucareli y lo convirtió en su Castillo de la Magia. Pero lejos de lo grandioso de su nombre, esta tienda apela a lo pequeño y más inmaterial. La tienda del mago Chams  –como también se llama– fue la primera de su tipo en Latinoamérica y Chams era un verdadero mago: para ese entonces, ya había recorrido el mundo en busca de efectos y conocimiento y era un distinguido ilusionista entre los niños y adultos de la ciudad. Aprendió la disciplina de la magia y que “quien la hace se divierte tanto como quien la ve”. Después de ser vendedor de máquinas de escribir descubrió y dedicó toda su vida a este arte.

El mago Chams ya no está, pero la maga Iris –su esposa y socia– y Felipe –aprendiz del mago desde hace 50 años– atienden el negocio con la misma gracia y expertiz: lo demuestran truco tras truco. Tienen magia para aprendices o expertos: con cartas, monedas, fuego, con palomas, de escenario o infantil. Son más de 1500 trucos, y dicen no tener un favorito: cada uno tiene lo suyo y cualquiera lo enseñan con el mismo entusiasmo.

mago chams

Es importante decir que sólo si compras el juego te muestran cómo hacer el truco (si no el negocio quebraría). En el truco del huevo, por ejemplo, éste desaparece de una copita y aparece en su bolsillo. En la baraja candado, las cartas están sujetas de la esquina con un candado y la carta que uno elige aparece fuera. En la baraja elevador, la carta que uno elige sube y cuando la abre allí está. En la baraja bengalí las cartas pasan frente a uno en cascada, la elige y vuelve a entrar al mazo. El mago le da el pase mágico a la baraja y nunca aparece porque la tiene él.

Las bromas son otra cosa. Tienen los clásicos regalos chuscos, como el pañal sucio, la cajita con una rata adentro, el Memin Pingüin que hace popó si le prenden un cerillo. Estos antes se hacían de barro, ahora son de plástico. Pero la mayoría de lo que tienen es hecho en México, en fábricas pequeñas  y antiguas. Desde luego tienen bromas de toques, muchas, y plumas y llaveros, anillos eléctricos, chicles con trampa.

mago chams

Dice Felipe que el secreto de la magia está en las buenas historias. Para demostrarlo nos contó una buena historia sobre el libro de colorear que tenía en las manos. En una ocasión, un periodista le preguntó al mago Chams por qué no hacía shows multitudinarios y espectaculares. Él respondió que lo difícil de estos trucos no está en la técnica sino en el presupuesto. Nos damos por bien servidos con tener este rincón. Donde uno entra y sale mejor.

Además de trucos y bromas hay máscaras, antifaces, lentes, narices de payaso –con luz, sonido, de esponja, respingada–, zapatones de payaso, maquillaje teatral.

mago chams

En la entrada hay un letrero que dice: “Favor de no tomar fotos”. Bastante justo, creemos. Aunque la tienda del mago Chams puede ser muy fotogénica –colores neón, artículos antiguos, anaqueles llenísimos–, no fotografiar la tienda quizás atiende al principio mismo de la magia: en no revelar todo: aguzar los sentidos, estar a la mira. Recomendamos mucho ir a darse una vuelta y verlo por sí mismos. Para mejorar un día difícil. Al final, todo es un truco.

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