A Xavier Dolan le han llamado de todo: enfant terrible, hipster, joven genio… pero lo cierto es que es todo esto y mucho más. El cineasta québécois se corona nuevamente con No es más que el fin del mundo presentada en Cannes, donde ganó el Gran Premio del Jurado a pesar de los abucheos de la prensa, y la que cuenta con un reparto de lo más francés.
La película es una historia sencilla pero singular basada en una obra teatral que habla sobre el retorno del hijo pródigo al pueblo familiar para anunciar el padecimiento de una enfermedad. Pero en este caso el hijo de 34 años lleva 12 fuera y en este tiempo no ha dado demasiadas señales de vida. Desde ahí se desenvuelve una trama donde los reproches familiares sobre su ausencia son la base de toda conversación con el hijo perdido, llamado Louis e interpretado por el modelo guapérrimo Gaspard Ulliel.
Hay que añadir que Louis es además escritor de teatro, lo que le suma un par de encontronazos donde más que resaltar su superioridad cultural elitista se destaca la inferioridad que sienten los hermanos ante él. Durante toda la película, Dolan se centra una vez más en la emotividad de los personajes. Crea micromundos en sus cabezas que intersecciona a la perfección dando una visión obre cómo cada uno de ellos afronta el regreso del miembro familiar ausente. A todo esto, Louis observa los acontecimientos sobrepasado por lo que ocurre a su alrededor sin apenas esbozar palabra.
Poco a poco, Dolan va creando una atmósfera de interés, expectación y tensión sobre lo que tiene que decir Louis ante una familia que genera discusiones de la nada y una madre, una fantástica Nathalie Baye, que es la personificación de la calma y la conciliación. Hasta llegar a un final mágico que resuelve metafóricamente lo que no todos esperaban oír: los pájaros no se pueden retener en un espacio cerrado porque, de hacerlo, mueren.
Para los que tengan que criticar la progresiva comercialización del cine de Dolan, en No es más que el fin del mundo tienen su argumento más fuerte: Léa Seydoux, Marion Cotillard, Blink 182, Grimes… pero aún con eso no pierde la esencia de lo que es el cine de Dolan: lo importante no es la historia sino cómo sus personajes la afrontan. Y si puede llegar a parecer comercial es porque Dolan es un cineasta de ahora y apela al individualismo más profundo y egoísta que sentimos los seres humanos en pleno siglo XXI.
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