El título es la primera pista. Teníamos que hablar es el nombre de la nueva exposición de Iván Krassoievitch en la segunda planta del Museo Experimental El Eco. Dentro de la sala no hay palabras, al menos en su forma ordinaria, pero sí lenguaje. Por los muros y el suelo se extienden alfombras multicolores, trozos de mármol, tubos de pvc y cabellos artificiales brillantes reunidos en trenzas. En el muro hay poemas y sobre el piso pequeñas historias; construidos sin mayor indicación de la lectura, son fragmentos encontrados azarosamente e instalados con la misma línea libre. Poemas sin palabras.
Para Iván Krassoievitch el lenguaje puede escapar las formas rígidas y éste existe en una escritura de objetos, que ocupan el espacio como si se tratara de una página. La idea de esos poemas sintéticos, como los llama el artista, viene de un libro del autor mexicano José Juan Tablada: Un día…(Poemas sintéticos). El libro es un conjunto de haikus, esa poesía japonesa breve que reverencia la contemplación de la naturaleza en sus detalles más mínimos. Teníamos que hablar es también, a su manera, una pequeña colección de observaciones tridimensionales.
Cabellos y pestañas, plantas y alfombras. Iván recorre los lugares de venta de materiales de construcción buscando pedazos de formas y tamaños azarosos. El mármol sobrante de las construcciones tiene formas caprichosas, al igual que las alfombras y el fieltro. Las pequeñas estructuras de pvc tienen el color de los huesos; a sus pestañas les faltan ojos, a sus trenzas cabezas. Flores artificiales salen de los huecos.
En Teníamos que hablar todo es sintético, doble juego entre lo relativo a la síntesis y al material artificial. Para el montaje el artista llegó días antes a entenderse con el espacio. Los meses de recolectar por aquí y por allá materiales fueron suficiente para llenar la sala de El Eco.
Los poemas-alfombra se extienden en los muros y es imposible saber donde comienza uno y termina el otro; se encuentran y cruzan, algunos invadiendo el piso. En la entrada la única ficha de sala enumera los nombres de las obras. Pista falsa, pues no hay forma de adivinar qué pieza corresponde al nombre. Para la lectura, la invitación es a caminar: de izquierda a derecha, a la inversa o por el centro. En realidad no importa. Si acaso las narices rojas guían como pequeños puntos la lectura.
Si José Juan Tablada construyó poemas al zopilote, las abejas y el saúz, Iván Krassoievitch los construye al universo que recorre a diario. En Teníamos que hablar hay algo, mucho, de esta ciudad en obra permanente, a la que le van sobrando pedazos (palabras) todo el tiempo.
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