El Kubrick menos conocido por la gente, exceptuando los fans, inició su carrera profesional como fotoperiodista. Museos del mundo han dedicado ya sus salas a mostrar sus fotografías, en las que se puede apreciar que desde muy joven, el director tenía ya otra manera de ver las cosas. Kubrick estuvo siempre interesado en los detalles, como la foto presente en la muestra de un pintor donde lo importante no es el personaje ni lo que hace sino los pósters del cantante Gene Autry detrás de él. También ponía especial atención a la comicidad de las situaciones cotidianas, como en la foto donde se aprecia a un conductor de la CBS leyendo un antiguo teleprompter que es el realidad un señor sujetando un cartel de aproximadamente un metro de alto con el texto escrito a mano. O también, como después se reflejó en sus películas, Kubrick cultivó desde joven un gusto por lo lóbrego, como aquellos trabajadores de hospital fotografiados con las prótesis humanas de piernas y brazos en el fondo.
Sin duda hay rasgos definitorios del estilo de Stanley Kubrick pero la Cineteca Nacional más que subrayarlos ha dedicado un grandísimo homenaje a todas y cada una de sus 13 películas (y a sus tres primeros cortos, y a sus proyectos inacabados) con fotografías, maquetas, storyboards, pósters, vestuarios y utensilios originales. Si bien es cierto que este tipo de exhibiciones suelen ser un paraíso para los fans acérrimos, los que no lo sean también podrán disfrutar de ellos, descubrir los escenarios en forma de maquetas de las películas que sí hayan visto y sobre todo, darse cuenta de cómo trabajaba un genio detrás de la cámara, en la dirección de actores, en la preparación de cada detalle del guión y hasta en la organización de los extras.
Con o sin fans, lo cierto es que Kubrick es querido por tantos porque siempre ha tenido una película con la que llegar a un tipo de público diferente del que llegó con su película anterior. Quién no rió a carcajadas con Dr. Strangelove; se fascinó de la dirección de la sutil y a la vez descarada inocencia de Sue Lyon en Lolita; o tuvo pesadillas con El Resplandor, se fascinó con la belleza visual de 2001: Odisea del Espacio, o no vistió al estilo de La Naranja Mecánica, película de culto que fue además tomada por los skinheads como referencia estética.
Para todos ellos, hay algo que ver en los cuatro pisos dedicados al director estadounidense, desde la maqueta original de la Sala de Guerra donde se reunían para conversar sobre la bomba en Dr. Strangelove; fotos de los protagonistas de Lolita con su póster original; el hacha y la máquina de escribir que usó Jack Nicholson y los vestidos de las gemelas de El Resplandor; una sala sci-fi imperdible con vestidos originales y maquetas de 2001: Odisea del Espacio -por cierto, para no dejarse nada, también se expone el Óscar que ganó Kubrick por los Efectos Visuales Especiales de la película, el único Óscar que recibió en su vida-. Se expone también el bastón que usó Alex para pegar a aquella pareja mientras cantaba I’m Singing in the Rain en La Naranja Mecánica, película que fue retirada de los cines por su violencia y por las amenazas de muerte que sufrieron Kubrick y su familia por parte de varios detractores, quienes no dudaban en escribir al director personalmente para decirle que no le había gustado la película en absoluto, cartas que también exhibe la Cineteca.
Esta exposición, concebida en gran parte para los más fanáticos, no deja de ser una maravilla para los demás. Es una muestra de lo que se oculta detrás de la cinematografía y del proceso de creación cinematográfica, a la vez que rinde culto y homenaje a uno de los mejores directores que hubo y habrá jamás en la historia del cine. La museografía no tiene pérdida y da la importancia merecida a cada uno de los proyectos que este genio desarrolló en vida y que nos dejó, para nuestro disfrute, al resto de los mortales.
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