En los años sesenta y hasta mediados de los ochenta en Latinoamérica hubo un cambio de paradigma en la cultura y las artes visuales que, si lo vemos acomodado en la exposición del Jumex, Memorias del subdesarrollo: El giro descolonial en el arte de América Latina, algo que no entendíamos del todo (o no sabíamos que no entendíamos) comienza a tomar sentido porque al fin es articulado. Ese periodo en Latinoamérica aparece en nuestro imaginario como algo tremendamente prolífico y a la vez frustrado.
Memorias del subdesarrollo es producto de 6 años de investigación de Julieta González, directora creativa del Jumex, y entre instalación, gráfica, fotografía, video, libros y pinturas contiene más de 400 objetos y 120 obras de artistas.
Está, por ejemplo, la instalación Tropicália —del brasileño Hélio Oiticica—, un recorrido de arena y grava habitado por plantas, construcciones penetrables y Lory y Pilla, dos loros cabeza amarilla que son hermanas; también fotografías de Lola Álvarez Bravo; piezas del célebre No Grupo, del que Melquiades Herrera formó parte; y una extensa revisión de la obra de la artista visual Lygia Pape, entre muchas, muchas otras cosas.
Julieta inició esta búsqueda cuestionándose la producción de los artistas en América Latina en el contexto del subdesarrollo en esa época tan particular. En México fueron años de proyectos arquitectónicos enormes (como Tlatelolco, que intentaba modernizar al país pero con el paso de los años fue abandonado y generó más atraso).
Con un discurso político y vigente, además de una riqueza enorme de artistas y materiales, Memorias del Subdesarrollo es una clase en la historia de Latinoamérica de 1960 a 1985, y una visita imperdible que refleja la visión de una generación contestataria, cuya obra se vio influenciada por los proyectos de modernidad y su declive.
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