En esta ciudad hay muchas librerías. De erótica, de música, de libros en inglés y de ofertas. Varias son un mar de hojas apiladas y poco seductoras en las uno se abruma entre tanta letra. Algunas cuantas, especiales, son un regalo de descubrimientos. La librería La Torre de Lulio es uno de esos sitios radiantes en el que cada libro es un obsequio potencial para uno mismo. Y acaba de mudarse a un lugar muy especial.
Hace casi 25 años que Agustín Jiménez abrió La Torre de Lulio en la Condesa. Primero en Av. Nuevo León, durante 19 años, y luego en Ozuluama. Desde las primeras semanas de julio cambiaron de nuevo de ubicación; ahora están en una cochera larga y angosta en Fernando Montes de Oca 38. Inauguran oficialmente el 28 de agosto, santo de los Agustines, para que Agustín Jiménez vuelva a regalarse su propia librería.
Un librero es un especialista y visitarlo es como ir al doctor
En La Torre de Lulio los libros llegan hasta el techo y Agustín los conoce a todos por nombre y apellido. Además de librero es escritor, periodista y editor. Dice que un librero debe ser un especialista y que visitarlo es como ir al doctor. “Cuando vas con uno, lo ideal sería, siguiendo el símil, que te supiera recetar”. Por la puerta de su librería entran y salen lectores especializados en busca de primeras ediciones, poetas, escritores, artistas, vecinos, amigos y curiosos para perderse entre páginas y sugerencias.
La colección de Torre de Lulio
Agustín tiene suficientes libros para llenar 10 Torres de Lulio; lo que hay en Fernando Montes de Oca es sólo la punta del iceberg. La colección inició con su biblioteca particular y se alimenta de donaciones, compras de bibliotecas particulares e intercambio con librerías hermanas, como La Murciélaga.
En géneros, lo mejor representado es la poesía. La Torre de Lulio probablemente sea el mejor fondo de poesía en todo México con primeras ediciones desde el siglo XIX, hasta los contemporáneos. Hay volúmenes hermosos de hojas frágiles de Manuel Carpio, José María Heredia, Amado Nervo o Gutiérrez Nájera.
“No es necesario que leamos poesía, pero qué pérdida en el mundo si no conocemos el mar. Y no leer poesía es como no conocer el mar”, dice Agustín.
También están los libros de todos los géneros imaginables, fantásticos. Una edición en inglés de tapas pintadas a mano de Cumbres Borrascosas; el Ulises con una portada que diseñó James Joyce; la Historia gastronómica de la Ciudad de México, de Salvador Novo; libros en japonés sobre los colores mexicanos; libros en ruso sobre filosofía; libros en francés sobre las estrellas y sus constelaciones.
Las peticiones
En La Torre de Lulio también son cazadores de libros. Agustín, y los que trabajan con él, buscan peticiones singulares –Joaquín Sabina sólo le compra primeras ediciones firmadas de escritores para escritores, por ejemplo. Van a La Lagunilla, al Bordo de Xochiaca, a las librerías del centro, a las bibliotecas de amigos… Donde hayan libros, ellos van.
El próximo 18 de noviembre La Torre de Lulio cumple 25 años. El ejercicio por ser un puente de libros y lectores es incansable, pero a Agustín le encanta. Casi siempre está en su librería, que conocen bien los vecinos de la Condesa, y conocen aún mejor los lectores incorregibles.
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