José María Velasco solía acampar cuando dibujaba el Valle de México (con una sombrilla campestre, que a veces incluso salía en sus pinturas). Se sentaba y pintaba “la región más transparente”, y sus pinturas de paisaje se convirtieron en símbolo de identidad nacional.

Decía Octavio Paz que “La pintura de Velasco vive en una reserva inmóvil, que no pertenece al abandono sino al equilibrio, a esa pausa en la que todo cesa y se detiene brevemente, antes de transformarse en otra cosa”. En estas pinturas podemos ver la Ciudad de México antes de ser esto, y por qué se infatuó Velasco con su topografía y su cielo.

Velasco fue uno de los últimos “hombres del Renacimiento” porque sabía un poco de todo, como un anfibio entre la ciencia y el arte. En la Escuela de Medicina hizo estudios sobre la flora y la fauna nativas de México. Dedicó más de 13 años a la investigación del ajolote. Se interesaba por las cosas del mundo, y gracias a eso tenemos lo siguiente:

José María Velasco

Barranca del muerto, 1898

Barranca del muerto José María Velasco

Vista de la montaña del Ajusco y pueblo de San Ángel, desde la Barranca del Muerto, 1894

Calzada de Misterios Velasco

Valle de México con la Calzada de los Misterios

José María Velasco

Puente de Barranca del Muerto, 1898

velasco

Molino del Rey, 1898

José María Velasco

Lomas de Tacubaya, 1876

José María Velasco

Cocina rústica en el Peñón de los Baños, 1878

PD: en las Noches de Museos, el Museo de Geología abre el segundo piso de su edificio, donde hay varias piezas de José María Velasco como un secreto bien guardado. La próxima vayan a verlas.

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Y este es un regalo, porque sí:

José María Velasco

Estudio de nubes

Todas las pinturas son de una recién descubierta cuenta de FB que recomendamos mucho seguir (click aquí).