El Festival de Avándaro, o lo que originalmente se llamó el Festival Rock y Ruedas, se celebró en Valle de Bravo en 1971. Hoy y hasta el 10 de diciembre se vuelve a celebrar en el Chopo a través de las 56 fotografías de Graciela Iturbide que el museo expone. El Woodstock mexicano logró reunir a aproximadamente 200,000 personas en una fiesta donde no faltó el rock, las drogas y la subversión.

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Avándaro se convirtió en 1971 en un campo de batalla hippie. Grupos como Peace and Love, Tequila o Three Souls in my Mind pusieron la banda sonora para lo que fue una declaración de intenciones de la juventud mexicana de la época. Con el sangriento Tlatelolco del ’68 y el Halconazo del ’71 a las espaldas, todo parecía indicar que no iba a ser un festival de música cualquiera. Y no lo fue. Fue una reivindicación de libertad, de paz y de camaradería mediante símbolos, desnudos, churros y bailes desenfrenados. (¿Quién no ha escuchado hablar de la famosa “encuerada de Avándaro?)

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El ambiente de optimismo y liberación se puede sentir nada más poner un pie en la sala que acoge esta muestra. Las fotografías nos reciben colgando del techo cual estandartes y se mueven con el viento como los jóvenes de Avándaro se movían con la música. Una de ellas muestra a un señor de sombrero y huaraches portando una revista donde la portada es el recién fallecido Jim Morrison. Otra ilustra a un joven mirando al infinito con una bandera que no se consigue distinguir y que apoya sobre su hombro.

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Ídolos y líderes muertos en el intento de difundir un mensaje, banderas y estandartes símbolo de la paz que los jóvenes setenteros mexicanos querían alcanzar. Todo animado en el Chopo por “Memories for Those Who Are Gone”, “We Got the Power” y las voces de la autora narrando lo que fue Avándaro un 11 y 12 de septiembre de 1971: una revolución de intenciones.

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