Los Amuletos para un temblor de Miguel Calderón están a la entrada de su nueva exposición –El placer después– en kurimanzutto. Son collares largos de cuentas enrolladas; anillos con monturas de plata y pendientes que cuelgan… Sólo de cerca uno lo sabe: las cuentas son croquetas de perro.

El placer después

Irónicamente, sirven de algo. Miguel Calderón tiene una historia que lo comprueba.

Un empleado de intendencia de la Glorieta de las Cibeles quedó atrapado en el cuarto de máquinas bajo la fuente después del 19S. Poco antes de eso rumiaba su venganza contra los perros de la zona porque los dueños jamás recogen sus excrementos. La solución parecía obvia: envenenar croquetas y dárselas a los perros… Después tembló. A Emilio, el intendente, lo encontró un perro de rescate gracias al olor de las croquetas envenenadas que tenía con él.

El placer después

 

El placer después

Ahora los trabajadores de la Cibeles cargan montoncitos de croquetas (no envenenadas) en las bolsas del pantalón por si vuelve a temblar. Los perros están para siempre perdonados. La línea de joyería con croquetas está inspirada en esta historia y son amuletos para el siguiente temblor. Las joyas están montadas a lo largo de la galería sobre tanques de gas y de oxígeno de cuellos largos y colores brillantes. Las acompañan acuarelas que cuelgan de las paredes: escenas eróticas y burlonas que van de lo ridículo a lo esotérico, a lo sexual, a lo oscuro. Pareciera que existen en otro espacio mental distinto al resto de la exposición, pues el artista las pintó como ejercicios meditativos mientras preparaba la muestra. Varias son como fantasías propias e inconfesables, tal vez por eso resuenan tanto en la cabeza.

El placer después

El placer después

Además, detrás de la cortina azul de terciopelo que divide la nave de la galería proyectan El placer después, el video más reciente de Calderón, a medio camino entre la ficción y el falso documental. Emilio, intendente de la historia del terremoto, escenifica la anécdota del rescate (y algunas otras ilusiones de perros que hacen popó y dueños malcriados) en los 30 minutos que dura el video.

En El placer después todo tiene una ironía cuidadosa. Hay que ir para pasearse entre las fotos, esculturas, acuarelas y videos; entrar al inconciente de alguien más que puede parecerse al propio y hacerse de amuletos para la siguiente catástrofe.

El placer después

La exposición inauguró ayer y permanecerá en la galería hasta el 27 de julio.

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