Muchos ubican ya a artistas como Ray Komai y su silla icónica o a Isamu Noguchi, sobre todo tras la última exhibición que le dedicó en Museo Tamayo. Pero a lo que muchos no hacen referencia o no consiguen ubicar es el contexto social en el que vivieron. Tras la Segunda Guerra Mundial, EEUU hizo una campaña anti japoneses que les llevó a vivir en campos de concentración. A este periodo hace referencia la exhibición de Edgar Orlaineta en Proyectos Monclova, quien ha llevado a cabo una investigación exhaustiva durante tres años para sacar a la luz un poco de la historia menos recordada de Estados Unidos.

edgar orlaineta

Quienes liberaron unos campos de concentración para más tarde formar otros, o es decir, Estados Unidos durante y después de la Segunda Guerra Mundial, confinaron a varios artistas japoneses durante los años cuarenta a una libertad vigilada. Pagaron los desastres de Pearl Harbour y vivieron una historia a la cual Noguchi se refirió en una carta a Man Ray como “History is taking flight and passes forever”, título que lleva ahora la exhibición de Edgar Orlaineta.

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En un intento por retomar aquel periodo y el entorno social de lo que hoy son figuras clave del arte japonés a los ojos del mundo, el artista ha creado 22 piezas/instalaciones que apelan a los diferentes personajes y que dan por resultado un éxito visual y estético. Varias piezas de madera inspiradas en las formas de los japoneses crean una especie de mobiliario de reminiscencia modernista en el que descansan joyas encontradas por el artista, ya sean revistas de la época o relojes con inspiración japonesa.

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Una pieza clave, Anachronic Lamp-Modern Sculpture (after Isamu Noguchi) recrea una lámpara de la que cuelga un cuadro rescatado de un campo de concentración y en el que detrás se despliega una postal de época con una campaña estadounidense anti japonesa. En ella se ve a un personaje japonés caracterizado en base a un estereotipo burdo, con una esvástica en el trasero. Se trata de una escultura realizada por el propio artista en madera de nogal con un acabado tan delicado como lo es el diseño japonés.

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Otras piezas, como las 4 esculturas en forma de cortina que recogen el trabajo de la escultora Ruth Asawa y Venus, en honor a la actriz de culto Tura Satana, intentan mostrar cómo dos mujeres que vivieron en los campos de concentración estadounidenses formaron parte más tarde de la estética y la cultura japonesa contemporánea. Asawa hasta estudió con Josef Albers y Tura Satana se convirtió en una actriz de películas de serie B, amiga de Elvis e inspiración para Tarantino a la hora de hacer Kill Bill.

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Con I Am OK (The Invisible Man), Edgar Orlaineta crea una última sala única y espectacular, no en el literal sentido de la palabra, sino porque el artista logra hacer de la invisibilidad algo presente. A través de la historia de Ray Komai, quien antes de estar preso en un campo llegó a diseñar telas para una empresa que más tarde diseñaría a su vez los uniformes militares de EEUU, el artista se plantea el intento que tuvo el gobierno de silenciar voces que sin embargo estaban muy presentes en la configuración del país. Para representarlo, Edgar ha creado una serie de esculturas en metal blanco que reinterpretan las caras que Komai pintaba en sus telas. Éstas, al estar en contacto con el muro blanco, generan una tensión visual que las deja muy lejos de ser invisibles y crean una visualización única de la pieza.

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Tras una investigación profunda, Edgar Orlaineta ha sido capaz de dejarnos detalles y recuerdos preciados de lo que fueron los años 40 para los japoneses en Estados Unidos y, al mismo tiempo, crear obras de una intensa carga histórica y una bella manufactura. Todo un homenaje para una generación de artistas a la que se le ha silenciado una parte de su historia por cuestiones políticas y de la cual ha quedado solo la forma de lo que en su día crearon.

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