Bajo varias colonias de la Ciudad de México existieron necrópolis, cementerios enormes que enterraron a los muertos locales y que fueron enterrados a su vez por edificios y calles. Por razones sanitarias y de crecimiento demográfico, los cementerios ahora se construyen extramuros, pero eso no significa que no caminemos entre fantasmas. En al menos tres de las colonias más transitadas de la ciudad, nos dice Dadaroom, como lo son la Guerrero, la San Rafael y la Doctores, hay miles y miles de espectros que se hacen pasar por edificios o casas, por cruces peatonales, y nos hacen pensar si tienen algo qué ver con el espíritu implacable que acontece allí.

Colonia Guerrero

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México de ayer/David Guerrero

Aquí se estableció el Panteón de Santa Paula, el primer camposanto que buscó cocentrar a los muertos de la ciudad. Estuvo ubicado en lo que hoy todos conocemos como la Unidad Habitacional Tlatelolco. Abrió en 1779 para recibir a todos los muertos de cólera para más tarde convertirse cementerio general y uno de los más populares en 1836. La saturación del cementerio lo llevó a su clausura y a la urbanización, pero no se llegaron a exhumar todos los restos enterrados.

Colonia San Rafael

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Después de la Independencia, muchos ingleses vinieron a vivir a México para poner comercios formales e informales en distintas industrias. Querían, entre otras cosas, abrir cervecerías (ojalá lo hubieran hecho). Con tantos ciudadanos británicos en la ciudad, el gobierno les dio un pedazo de la colonia San Cosme y la San Rafael para enterrar a sus muertos sin necesidad de incinerarlos y trasladarlos a Inglaterra.

El Panteón Inglés fue un cementerio exclusivo para los difuntos de nacionalidad inglesa que llegaban a morir en territorio mexicano. En 1976 ya no había cupo para más entierros y comenzaron la construcción del Circuito Interior encima de él.

Colonia Doctores

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El Panteón Campo Florido se fundó en 1846 justo el cuadrante de Doctor Vértiz, Doctor Pascua, Doctor Andrade y Doctor Lavista, en la Doctores. Este cementerio nunca pudo estar a la altura de los sueños urbanos del momento. El terreno estaba fincado por chinampas, y cadáveres y humedad es una pésima combinación. El deterioro que fue sufriendo por las inundaciones hizo que se convirtiera en un uno de los más pobres de la ciudad. Un temblor en 1872 causó daños irreparables y terminó por cerrar en 1890. Los restos se trasladaron al Panteón de Dolores.