Quien piense en un barco de concreto lo verá hundirse. Es como pensar en una roca que cae a un río y se va hasta el fondo inmediatamente. Pero aunque suene ridículo, los barcos de concreto existieron y existen en varios países del mundo y son, de hecho, una buena idea. El peso estructural del concreto no es mayor al del acero con el que se construyen barcos, aunque en el inconsciente colectivo pese igual que un yunque. Teóricamente en México hubo uno de éstos en los años 40, pero se hundió en los mares oscuros de Veracruz antes de que alguien lo documentara. O eso es lo que nos dice la investigación que llevó a cabo Diego Berruecos para su nueva exposición titulada –paradójicamente– Piedras Flotantes.
Piedras Flotantes, que se presenta en la Galería Machete, es el resultado de una investigación fallida, obsesiva, que fue completada con los contornos posibles de la imaginación. Cada una de las piezas que se muestran es una pista de ese barco de concreto que presuntamente se hundió y cuya imagen no existe porque fue borrada (¿a propósito?) de los anales de la historia. Así, la exposición trata de un barco fantasma hecho de concreto, y la imagen mental de ese espectro es tan fuerte que es suficiente para ser el eje de una investigación de seis años y el resultado de una exhibición entera que lo busca, lo sugiere, lo quiere encontrar.
En charla con Diego nos contó cómo en los años 40 en México, en plena Guerra Mundial, hubo un boom en torno al concreto: se creía que era el material del futuro y que se podía hacer cualquier cosa con él. Por ello cuando hubo una escasez de acero para construir barcos destinados a la guerra, un tal Heriberto Jara, el primer Secretario de Marina, trató de hacer un proyecto de barcos de concreto para aumentar la flotilla mexicana.
“Conociendo más la noticia te das cuenta que la idea no era tan descabellada”, dice Diego.
“Sí pudo haber funcionado. Heriberto Jara dice que lo que falló tuvo que ver con el colado y el material específico que usaron. Es decir, sólo fallaron los detalles. Obviamente a Jara lo ridiculizaron y lo trataron como imbécil por querer hacer un barco de “piedra” que a todas luces se iba a hundir. Pero yo siempre dije: esto sueña como a ejemplo de la obra pública en México, que siempre sale mal. En realidad de lo que me di cuenta investigando la desaparición del testimonio del barco es que lo que nuestra generación conoce y a lo que hemos estado expuestos por años, que es tremendo, en realidad lleva toda la vida pasando. No es un partido, no es un gobierno…”
De hecho, a estos barcos de concreto algunos les llaman “barcos burocráticos”. Y la metáfora de un barco burocrático hundiéndose se cuenta sola.
La investigación de Diego es un trabajo en proceso. Por alguna razón, y por más que hubo testigos, notas (satíricas) en el periódico, planos y hasta fotos del astillero donde Jara construyó el barco, no hay una sola foto del barco aludido. “Y yo quiero encontrar esa foto”, dice Diego. “Si sí existió, si sí pasó, quiero ver ese momento”.
Berruecos incluso fue al Fondo Reservado de la UNAM y al Archivo de la Marina a buscar testimonios y no encontró una sola mención de dicho barco. Lo que sí encontró, por ejemplo, fue un plano de cómo hacer un metro cúbico de concreto que, ya fuera para el barco o no, es parte de la exposición en Machete y sirve para ilustrar cómo tendría que haber sido… En otros archivos halló un periódico con la foto de una plataforma de concreto en Veracruz (quizás lo más cercano a cómo hubiera sido la foto del barco de Jara), la cual imprimió en gran formato con una técnica de impresión de tinta que se asemeja a su imaginación.
En Piedras Flotantes todo completa y rellena huecos de la historia y de la imaginación. Hay, por ejemplo:
-Fotos de las rejillas que se usan para rellenar con concreto el casco del barco, tomadas de revistas también incluidas en la exposición.
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-Un plano imaginario (un collage copy-paste) de las partes que hipotéticamente formarían un barco de concreto. El plano está impreso al reverso de un plano original de la Marina.
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-Grabados (realizados por su padre, Juan Berruecos) de fotos extrañas tomadas de un periódico de 1943 en las que se ve el presunto astillero donde se construyó el barco.
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-Una impresión –también llevada a líneas para jugar con la forma en que se vería en un periódico– de un barco en pleno naufragio. Esa es precisamente la foto que reemplaza la foto que Diego lleva buscando seis años.
Así, el material de cada pieza es también parte crucial de la reconstrucción de los hechos. Cada material de impresión y cada formato trata de representar el “cómo se vería…” tal documento si no se hubiera perdido. Y lo cierto es que no hay nada más sólido que el material (pensemos, para empezar, en el concreto), pero tampoco hay nada más fantasma que esta historia. Por ello la paradoja de una piedra flotante es tan efectiva a la imaginación.
Tras la construcción imaginaria de esta historia, por lo demás fascinante, lo que queda es la imagen mental de un barco de concreto hundiéndose. Y eso es suficiente para generar obsesión. Y quizás, confiesa Diego, lo siguiente es la posibilidad de bucearlo en el futuro. No descansar hasta encontrar el fantasma o, en su caso, reconstruirlo.
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