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museo shcp

“Durante el virreinato, este edificio albergó el poder de la Iglesia en la Nueva España. En ese lugar, tal como lo registró en el siglo XVI el cronista fray Diego Durán, se escuchaban plegarias “entre nubes de copal, ofrendas de flores y sacrificios”, ya que era el sitio en el que se levantaba el templo a Tezcatlipoca: dios “espejo Humeante”, dios “espejo que hace brillar a las cosas” o dios “de lo invisible y no palpable”. El Arzobispado, junto con la Catedral Metropolitana, fue la sede del poder secular en la capital novohispana, poder que fue disputado por los virreyes, quienes representaban al rey en sus colonias. Las dos casas particulares que se construyeron sobre aquel templo prehispánico inmediatamente después de ser destruida Tenochtitlan, pertenecieron a dos soldados de Cortés: Martín López y Andrés Núñez.

Muy pocos años después, al llegar el primer obispo de México fray Juan de Zumárraga decidió comprarlas en 1530, ampliarlas y construir las primeras casas y cárceles arzobispales, que hasta finales del siglo XVII sirvieron como vivienda para los legos del Arzobispado. Fue hasta 1720 cuando realmente se convirtió en Palacio Arzobispal: en él residían los jerarcas de la Iglesia católica; en su interior realizaban grandes ceremonias y el lugar se transformó en una pequeña urbe que resguardaba desde las alcobas privadas de los pontífices hasta una fábrica de campanas, pasando por oficinas, comedores, biblioteca, oratorio, jardines e incluso cárceles.

Sus instalaciones tomaron su forma actual, luego de que el arquitecto José Miguel de Rivera —quien entre otras cosas participó en la construcción del Santo Desierto de los Leones, en el convento de San Agustín o en las Vizcaínas— las remodelara. Para la segunda mitad del siglo XVIII, el Arzobispado irradiaba un esplendor barroco que destilaba lujo: sus interiores cubiertos de tapices, terciopelos y damascos se aunaban a cerámicas orientales, oros y objetos de cristal que llegaban vía la nao de China.

Los ceremoniales y representaciones palaciegas comenzaron a declinar en el siglo XIX con el nacimiento de la secularización y el desarrollo de la sociedad civil y laica.

Luego de la Independencia de la Nueva España, el edificio barroco y coronado por los oleajes que decoran sus crestas, comenzó a decaer. Sus columnas estípites, sus patios centrales, fuentes y columnas toscanas presidieron su rol de cárcel —recordemos que ahí murió ahorcado uno de los primeros defensores de las Juntas Novohispanas, Primo de Verdad—, y para 1861, cuando la tensión entre el Estado y la Iglesia estaba en uno de sus puntos más álgidos, se desterró a los arzobispos y todos los bienes de la Iglesia fueron confiscados. En una de sus partes se instaló la fábrica de cigarros La Sultana, y desde 1869 el edificio fue empleado para distintas oficinas del gobierno federal, hasta que en 1931 fue declarado monumento histórico, rescatado de las ruinas y convertido en el Museo de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, que hasta la fecha resguarda desde un extenso acervo de piezas virreinales de uso cotidiano hasta diversas pinturas del siglo XX y contemporáneas que han sido como pago de obligaciones fiscales, en especie, de sus autores a la SHCP. En el recinto se llevan a cabo exposiciones temporales, así como frecuentes eventos culturales.”

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Horario: martes a domingo de 10 a 17 horas
Sitio web: http://www.shcp.gob.mx
Twitter: @culturaSHCP
Teléfono: 3688 1248
Zona 1: El primer cuadro
Dirección: Moneda 4, Centro

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