Para el evento de inauguración de Obrera Centro, a sus organizadores no les quedó otra opción que elegir un tema sombrío. Ya era febrero de 2015, pero la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa en septiembre del año anterior seguía y seguiría por mucho tiempo, imponiendo la necesidad de encontrar respuestas. Edgardo Ganado Kim fue el curador invitado. Su reto fue reunir en una misma noche a varios artistas que mediante su trabajo debatieran si es posible o no hablar de un uso legítimo de la violencia como forma de defensa o en alguna otra circunstancia. Una de las muy pocas reglas de este lugar, a pesar de estar dedicado al arte, es no hacer exhibiciones como las que montan las galerías. Cualquier evento, empezando por aquel primero, debía suceder a manera de performance, charla o concierto y en una sola noche.

Obrera Centro

En el tercer piso de ese viejo edificio de Isabel la Católica, justo en la frontera entre el Centro Histórico y la colonia Obrera, esa noche tronaron cohetes. El colectivo Rata Rey puso uno en cada copia del fanzine que hicieron para el evento. Sus miembros llevaban varios meses investigando el tema de la violencia e imprimieron en él parte de ese análisis. Después, pegaron todos los ejemplares en la pared sabiendo muy bien lo que pasaría después. En otra esquina del espacio, hubo un duelo entre un trío de son huasteco y un grupo de bailarines zapateando, y en la única oficina del lugar, el actor Adrián Pascoe improvisó una pequeña estación de radio, donde se transmitía el contenido de una campaña política. El colectivo Editorial Cascajo transmitió también un radio-cuento sobre la guerrilla salvadoreña. Todo al mismo tiempo. Aquella noche marcó el tono de lo que vendría después.

Obrera Centro

Para echar a andar Obrera Centro, Marcos Castro y Mauro Giaconi, ambos artistas, se asociaron con el coleccionista Alejandro del Villar y Arturo Dib, una especie de gestor cultural que, entre otros proyectos, cofundó el Cine Tonalá. Desde el principio tuvieron claro que no querían que fuera un espacio para la exhibición de piezas terminadas, sino para la discusión de procesos. Un lugar al que los artistas pudieran llevar sus proyectos en fase experimental en busca de retroalimentación y donde el público estuviera a tiempo de incidir en el resultado final. En consecuencia, y como otro dato atípico pero refrescante del lugar, lo más interesante de Obrera Centro no sucede en sus muros, sino en su cocina. Como en todas las casas, es ahí donde se dan las mejores conversaciones y donde terminó gran parte de la inversión inicial que hicieron en el espacio. Y es que a cada noche de debate, función, curso, concierto, o performance, la antecede el tiempo suficiente para cocinar un menú elegido por el artista invitado. Ahí, picando cebolla, preparando salsas y bebiendo, cerveza o mezcal, es donde los asistentes hacen sus primeras preguntas.

Obrera Centro

Hasta esa cocina llegó el artista italiano Danilo Correale para preparar pizzas y presentar The Game, un documental de su proyecto homónimo con el que ganó el premio de la Fundación Ermanno Casoli. En él, Correale hizo realidad el juego de futbol para tres equipos que concibió mucho tiempo antes el danés Asger Jorn. Con todo y cancha de tres porterías, este juego nació con la finalidad de probar en un plano real la teoría de la trialéctica, y detonar así, nuevas formas de organización social. La función fue parte del programa Pre-premiere de Obrera Centro, que recientemente recibió una beca de la Fundación Jumex.

Por ahí pasó también Carlos Amorales para presentar por primera vez su pieza Dale Like, un híbrido entre concierto y performance donde participaron niños y adultos que golpeaban platillos con baquetas iluminadas con foquitos, murmurando en los micrófonos y haciendo sonar los ringtones de sus celulares, mientras Amorales tocaba el triángulo mirando hacia el escenario. En otra ocasión, el director de teatro José Antonio Cordero dio una primera función de su obra Madame Bovary-Señora Vaca. Esa vez fueron más de 80 personas, y para cenar, el curador Edgardo Ganado Kim preparó algo de que lo vende su pequeño restaurante Pato Manila, famoso por sus excelentes taquitos de pato y sus rollos primavera preparados al momento. Para un día de concierto, la banda peruana El Hombre Misterioso preparó tostadas de jaiba, pero esa vez algo salió muy mal. Al día siguiente todos los involucrados sufrieron las terribles consecuencias que vienen con los mariscos que pasan más tiempo del apropiado fuera del refrigerador.

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“Una vez organizamos una tocada de tres bandas, todas muy buenas, y con varios músicos que nunca habían estado en México. Una de ellas era la de German Bringas. El concierto fue increíble, pero vinieron sólo como 10 personas y quedamos fatal,” dice Marcos. “Hay noches más afortunadas que otras, pero nos gusta eso. Que sean experimentos y que haya espacio para el error. Muchas cosas nos salen mal, y ahí es cuando más aprendemos,” confiesa entre risas.

La herrateca, otro proyecto de Obrera Centro, recibe donaciones de cualquier tipo de herramientas (hay, entre otras cosas, taladros, sierras, una copiadora, equipo para soldar y próximamente una impresora 3D). Los donadores reciben a cambio el derecho de llevarse en préstamo cualquier otra que necesiten. La herrateca ofrece también cursos gratuitos para utilizarlas, por supuesto acompañados de uno o varios platillos para la ocasión. Una vez prepararon tamales desde la masa, y el largo proceso dio para no una, sino muchas buenas conversaciones. Este espacio es también famoso por sus torneos de ping pong. En sus dos mesas se han organizado torneos donde compiten varios espacios de arte de la ciudad. El equipo campeón es el de casa: Marcos Castro y Mauro Giaconi vencieron en la final de su última edición al equipo de Cráter Invertido.

Este lugar no está abierto al público todos los días y sus eventos tampoco siguen una agenda muy definida, pero se anuncian en su pagina de Facebook con suficiente anticipación. En un día cotidiano Marcos y Mauro utilizan el espacio como estudio para sus proyectos personales que se centran en el dibujo, pero otra de las pocas reglas del lugar es que ninguno puede mostrar su trabajo dentro de ese espacio. Obrera Centro se trata de las historias que llegan de fuera, y ellos se encargan de que el flujo no se detenga.

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