El cambio climático no es una amenaza abstracta del futuro. Está aquí. Lo sentimos en el aire seco, en los árboles que florecen antes de tiempo, en las lluvias que llegan cuando no deberían, en el agua que ya no alcanza, en los días que cada vez parecen más hostiles.

En la Ciudad de México lo vivimos todo el tiempo: desde las contingencias ambientales hasta la escasez de agua. A veces es tan constante que se vuelve paisaje. Y justo ahí está el problema. Nos acostumbramos. Lo normalizamos.

Ante una crisis de esta magnitud, es muy fácil sentirse chiquitx. ¿De qué sirve llevar tu termo, separar tu basura, evitar el fast fashion o no comer carne, si los gobiernos y las grandes empresas siguen operando como si nada pasara? La verdad es que sí sirve. Pero también es cierto que el peso no debería caer solo en las personas.

Lo importante es entender que actuar no significa hacerlo todo perfecto. Significa hacer algo, aunque sea poco. Porque ese poco, multiplicado por miles, tiene un impacto real.

Aquí algunas formas en que podemos resistir, cuidar y cuidar(nos):

Elegir bien a quién le das tu dinero

Consumir es votar. Elegir proyectos locales, cooperativas, mercados de barrio o marcas que respetan al entorno es una forma de apoyar otra manera de habitar el mundo. No todo está en lo que dejas de consumir, también en lo que eliges consumir.

Cuidar el agua como si fuera oro

Porque lo es. Revisar fugas, reutilizar agua de lluvia, cerrar la regadera mientras te enjabonas, usar lavadoras llenas… Pequeños actos que, en una ciudad con crisis hídrica, hacen la diferencia.

Comer más plantas

No se trata de convertirte al veganismo de un día para otro, pero sí de entender que lo que comemos tiene una huella. Reducir el consumo de carne, comprar a granel, evitar empaques innecesarios, cocinar en casa.

Recuperar lo común

Organizarte con tus vecinas y vecinos, sembrar en comunidad, cuidar un parque, levantar la voz cuando algo está mal. La acción colectiva es mucho más poderosa que el esfuerzo individual aislado.

No perder la ternura

Aunque todo esté en llamas, conservar la sensibilidad es una forma de protección. Mirar los árboles, cuidar a los animales, emocionarse con una lluvia que cae después de semanas de mucho calor. Sentir es también actuar.

La emergencia climática no se soluciona con decisiones individuales, pero tampoco sin ellas. No se trata de cargar con el mundo, sino de formar parte de quienes quieren sostenerlo. Y desde aquí, desde esta ciudad gigante y contradictoria, aún podemos hacerlo diferente.