Actualmente, la colonia Buenos Aires es considerada como uno de los barrios bravos de la capital y el centro comercial más grande de autopartes y refacciones; sin embargo, este barrio de la CDMX tiene mucha más historia que contar.
Muchos podrían pensar que la colonia Buenos Aires, le debe de alguna manera su nombre a la capital de la República de Argentina, pero la realidad no podría ser más lejana. Lo cierto es que la ironía llevó a los propios habitantes a nombrarla de tal manera, “buenos aires”, ya que a principios del siglo XX las aguas negras del Río de la Piedad corrían a cielo abierto despidiendo olores innombrables.
No existen documentos que determinen el año exacto de su fundación, pero la historia de la colonia Buenos Aires arranca por allá de la segunda década del siglo XX, cuando un grupo de personas se asentó irregularmente en la zona, que antes servía como terreno de los potreros del Ahuehuete y En Medio. Se sabe que los primeros residentes se dedicaban a la plomería y, con la llegada masiva de los automóviles, décadas más tarde estos fontaneros cambiaron de giro y en lugar de arreglar tuberías comenzaron a reparar carros y comercializar sus partes –su mayor fuente de ingresos hasta la fecha.
Además de la segmentación de terrenos habitacionales, existe otro suceso clave para el desarrollo de la colonia Buenos Aires, y no es otro que la inauguración del Panteón Francés de La Piedad. Fundado en 1864, cuando Maximiliano de Habsburgo adquirió los terrenos; el camposanto francés estaba reservado únicamente para la élite y ahí descansan los restos de Carmen Romero Rubio (segunda esposa de Porfirio Díaz), Mauricio Garcés, José Revueltas, y Roberto Gómez Bolaños.
El tiempo y las circunstancias hicieron lo suyo y, hoy en día, pisar la Buenos Aires como foráneo o sin un guía de por medio puede ser una experiencia un tanto retadora. Tiene reputación de barrio bravo aunque eso es parcialmente cierto según datos de la SSC, ya que sus índices delictivos son menores en comparación con otras colonias de la Alcaldía Cuauhtémoc.
Producto de este malogrado prestigio, la zona sólo tiene una escuela primaria (con altos porcentajes de abandono), no cuenta con instalaciones deportivas, centros culturales, parques o espacios públicos/ recreativos y tampoco hay oficinas que impulsen programas sociales de bienestar.
De esta manera, la Buenos Aires se ancla a su único método de supervivencia, que es la venta de autopartes y refacciones de segunda mano, recuperadas o fabricadas. Se dice que todo lo que ahí se ve y oferta es robado -principalmente a partir de los 70, cuando los accesorios cromados fueron reemplazados por piezas plásticas genéricas. No obstante, la Unión de Comerciantes de Refacciones y Accesorios Nuevos y Usados para Autos y Camiones (ACRA) lo niega, ya que “existe una normativa para la adquisición de estos bienes”. Se tiene registro de 246 negocios establecidos, pero se estima que en realidad hay más de 400, ya que la mitad de los colonos viven de las ganancias que deja este negocio generacional.
Marginada desde sus inicios, la colonia Buenos Aires es realmente un espacio sui generis en donde conviven cotidianamente la quietud y el arte gótico del Panteón Francés, con la conmoción y los gritos de los coyotes que, por una módica propina, te introducirán al mundo de la que, alguna vez, fue llamada la refaccionaria más grande del mundo.