Vida es un foto-libro que retrata la vida nocturna de la Ciudad de México desde principios de los noventa. El libro reúne lo mejor del trabajo del fotógrafo Jesús “Chucho” León Hernández, quien por más de 30 años ha recorrido la noche de nuestra ciudad con cámara en mano y ha documentado a sus habitantes en antros, cantinas, fiestas privadas y calles. Publicado en Europa en 2018 por la editorial suiza Patrick Frey, Vida es el primer libro de un artista mexicano o latinoamericano que publica allí. De hecho ya está a la venta en librerías de Berlín, París, Londres y Tokio, y próximamente se presentará en México dentro de Material Art Fair.
Entrevistamos a Jesús León en Azotea Acapulco para que nos contara qué es lo que hay detrás de las imágenes de las personalidades que retrata y de sus excesos. De la fiesta, el glamour, el sexo, de las drogas, la violencia, la liberación, la cruda y sí, la miseria.
¿De qué trata el libro?
Es mi visión, mi punto de vista como artista sobre la noche en la ciudad de México: su gente, animales, hallazgos, fantasmas, edificios, ladrones… Todo lo que me remite la noche desde que era niño. Por ejemplo, tenía una obsesión por dormirme hasta la madrugada. Siempre he tenido un horario muy distinto a la gente normal.
Pero entonces no nada más son fotos de fiestas…
No. Hay muchas fotos de fiesta, pero la cuestión que yo manejo con la noche es mucho más amplia y profunda que una fiesta o que una inauguración.
Definitivamente no eres como un fotógrafo de Quién que documenta eventos sociales…
No. Aunque soy una persona muy sociable, un animal social, encuentro ese tipo de fotografía tremendamente aburrida. Aunque el libro sí es un documento, pues soy un fotógrafo documental, para mí no es un documento en el sentido estricto. Vida más bien es una fantasía de mi cabeza, un ejercicio de mi memoria, una visión mucho más personal de mis fantasías; tengo una visión fantástica de la noche.
¿Tu consideras que tu fotografía es documental o ficción?
Es documental porque es real y no hay nada recreado. Hay un poco de provocación y de arreglos coreográficos de mi parte. Es decir, yo provoco una situación: si veo a alguien que me interesa retratar, me acerco, lo muevo y lo coreografío. En ese sentido es una construcción dentro de una realidad. Todas las fotos son reales. Todas las fotos son en la calle, en fiestas, en departamentos, en funerarias. Es decir, no tengo un estudio para hacer una foto más controlada o con más escenografía; para tomar una foto sólo tengo de 5 a 10 segundos.
¿Consideras que tu foto es performática?
Sí, completamente performática; porque yo soy un saltimbanqui, un cirquero, que provoca una reacción en mi entorno, que genera una situación, un reflejo. No es lo mismo que te tome la foto otra persona. Mi energía, mi actitud, absolutamente todo tiene que ver con el resultado de una foto; cómo yo afecto mi entorno.
¿Quiénes son los sujetos de tu interés, los que te llaman la atención para que los documentes?
Tengo muchos clichés cinematográficos, como el cineasta Ismael Rodríguez de Nosotros los pobres. Tengo el cliché de la que se levanta tarde, o del galán, o del poeta maldito; todos estos estereotipos me encantan. . Además cuando veo esa vibra y esa visión impersonificada en alguien me acerco y hago que ese alguien se vuelva lo que yo deseo. Suena un poco megalómano, como si yo fuera un director, pero me atrae mucho la gente como yo, que somos más radicales en cuanto a forma de actuar, de conducirnos y de inventarnos. Me gustan mucho por ejemplo los travestis, la gente fuera de la normatividad, del mainstream. Es la gente que más me atrae. Cómo un reflejo mío, la gente más extrovertida o más insegura.
La más segura y la más insegura también…
Sí, porque la seguridad es algo que yo no tengo tanto. Soy desinhibido porque en realidad soy tímido; utilizo todo esto como autodefensa.
Y también te llama la atención la gente que está más dispuesta a explorar y a vivir en el dark side, ¿no?
Sí, creo en ese tipo de casualidad donde me atrae y atraigo a la parte obscura. Me gusta mucho meterme y explorar esa parte obscura mía, y además hacerlo de manera visual. Es decir, cuando voy a un encuentro, cuando estoy buscando a alguien, cuando estoy cazando algo, obviamente voy a un lugar donde pueda encontrarlo: al underground, a una cantina, a un antro… También donde vivo estoy rodeado de este tipo de atmósfera. Vivo en la Doctores, en medio de hospitales, funerarias, juzgados. Es una colonia muy especial, muy oscura y muy pesada. Allí pasan muchas cosas en las sombras…
¿Cuál es la técnica fotográfica que usas?
Comencé usando Polaroid a principios de los noventa y después cambié al formato que revelabas en 45 minutos. Cuando empezó la onda digital, tuve de las primeras cámaras como para turista. Nunca he utilizado un equipo análogo; ahora uso una Canon. Para mí ha sido importante tener una cámara grande; un equipo que tenga un peso e impacte a la gente que quiero retratar; que me vean con un arma.
He tratado de usar un equipo más compacto, un teléfono por ejemplo, pero creo que el impacto de un equipo como el que uso forma parte de la reacción que quiero de mi sujeto. A través de los años he desarrollado mi propia técnica: sé bien la luz que quiero lograr, el flash, el contraste total, el claroscuro, el close-up, el encuadre; un tipo de encuadre muy especial que hago sin mirar por el obturador. Tengo un registro del largo de mi brazo. Sé por ejemplo el grado de luz del flash y el grado de sensibilidad que requiere una foto.
Pero la verdad es que no me interesa mucho la cuestión técnica. Es decir, yo no estudié en una escuela revelado, retrato o foto para producto. Lo que sí me interesó desde el principio fue informarme para tener una perspectiva histórica de la fotografía, una referencia, y eso es lo que más me importa. Yo sé que puede parecer un escándalo decir que no me interesa tanto la cuestión técnica de la foto, pero la verdad mi interés como fotógrafo se centra en conocer la historia de la fotografía y en tener referencias.
¿Cuáles son tus referencias dentro de la historia de la fotografía?
He tratado de tener la luz de Weegee, el fotógrafo americano de nota roja de los años veinte, que creo que es el fotógrafo que más me ha influenciado. Me gusta la manera en que Andy Warhol movía y provocaba su entorno, y me encanta Richard Avedon y Cecil Beaton. Me interesa el cómo hacer un documento de algo, por ejemplo de un accidente, como Metinides. Hacer que un accidente se vuelva hermoso.
Además, para mí ha sido importante tener una cámara grande; un equipo que tenga un peso e impacte a la gente que quiero retratar; que me vean con un arma. He tratado de usar un equipo más compacto, un teléfono por ejemplo, pero creo que el impacto de un equipo como el que uso forma parte de la reacción que quiero con mi sujeto.
No eres nada más un testigo ajeno a tu sujeto, también él/ella son parte de tu mundo, ¿no?
Me siento muy identificado con la parte obscura y siniestra del entorno y de su gente. Pero es importante aclarar que también me gusta fanstasear con eso. Es decir, hay muchos sujetos que aparecen en el libro que viven en la calle y que tienen una situación de drogas muy cabrona, y aunque ellos viven así, yo ya no vivo así. No vivo de esa manera en el sentido estricto pero tengo esa sensibilidad. De alguna manera identifico con ellos. En algún nivel estamos en el mismo momento ellos y yo. O hemos estado antes en el mismo moemento. Me conecto e involucro con ellos, me doy de besos con la que vende flores afuera de El Jacalito, me desnudo con la travesti que trae las chichis de fuera, es decir, participo. Y te hablo de esta parte obscura y de esta parte más en los bajos fondos, pero también me siento identificado con la otra parte, con el otro mundo que también aparece en mi libro y que es parte importante de mi obra: la gente que la goza a tope, que vive una situación mucho más desahogada y que tienen varo. También es una fantasía, ¿sabes? ¿Pero qué es la realidad? porque si me veo desde afuera no pertenezco a ninguno de los dos extremos.
Me siento completamente identificado con los dos mundos, con un tipo de vida sofisticada y la otra también, la de la obscuridad; que de todas maneras se entremezclan. Me gusta mucho esa combinación. Además, siempre necesita haber algo sucio, una tensión.
Pero no eres condescendiente con tu sujeto, no lo ves con prejuicios, lo percibes como tu mundo…
Más bien me dejo llevar por el resultado estético y mi propia percepción de eso. Encuentro bella una mancha de sangre en el piso de un antro (como hay una foto en el libro). Encuentro genial esa combinación de colores. Es una apreciación muy personal de lo que se me antoja y lo que logro. También tiene que ver la magia, el momento, el timming, tú mismo. Todo es importante en ese sentido.
¿Es posible ver este libro como un documento, un archivo de la vida nocturna de la ciudad de México de los noventa para acá?
Sí. El libro funciona bien como un archivo. Solamente documento la noche y la Ciudad de México. Es la gente que yo me encontraba cuando salía en ese momento. Por ejemplo, en los noventas yo vivía en el Centro y después en la Condesa y luego en la Roma, y salía cuatro o cinco veces a la semana. Y aparte de eso, documentaba a toda la gente que para mí valía la pena: los poetas, músicos y escritores. Era un círculo más cerrado que venía a mi estudio, y pasábamos mucho tiempo en el edificio donde yo vivía. Este libro es mi homenaje a la ciudad, a mi estilo de vida y a mi punto de vista.