Toda ciudad tiene sus historias de fantasmas, por lo que una ciudad tan grande y antigua como la CDMX no podía ser la excepción. Casi todos conocemos historias como La llorona, Cañitas o las leyendas que giran en torno a lugares con un pasado oscuro como Lecumberri.
Pero la CDMX es una ciudad enorme en donde conviven diferentes realidades, tradiciones y costumbres, por lo que a veces es imposible conocer todas las historias que esta ciudad nos ofrece, así que nos dimos a la tarea de buscar tres leyendas de fantasmas, demonios y nahuales en Tláhuac y Milpa Alta, pues estas dos alcaldías cuentan con un gran número de pueblos originarios, comunidades que mantienen sus usos y costumbres y una historia muy antigua.
Juan Carnero
Los pobladores de Milpa Alta cuentan la historia de Juan Carnero, un bandido muy conocido en la zona por robar los trenes que pasaban por ahí. Si bien existen varias versiones, una de las más populares es la que cuenta que Lauro de la familia Robles que llevaba sus vacas al monte a pastar una tarde se encontró con Juan Carnero, quien le pidió que le cortara las uñas y como recompensa le iba a dar un tesoro. Lauro hizo lo que Juan Carnero le pidió, entonces lo acompañó a una cueva donde tenía todos sus tesoros y le dio unas semillas que se convertían en monedas de plata y oro. La única condición era que no regresara al lugar y no contarle esto a nadie, sin embargo Lauro no se pudo quedar callada y fue a contarles a todos, “¡Tiene harto! ¿Para qué lo quiere? Nosotros sí nos hace falta, yo voy por más”, pero una vez que contó la historia, toda la fortuna que tenía la familia desapareció.
Petra Cadena
Una de las historias más conocidas por los habitantes de Tláhuac es la de Petra Cadena, pues hay quienes la conocieron a ella y su familia. Se dice que Petra Cadena era una muchacha muy guapa del Barrio Tecpancalco (actualmente La Guadalupe, Santa Ana y San Juan). Su belleza hizo que muchos hombres le pidieran matrimonio pero ella se dedicaba a ayudar a su familia en las labores de la casa, por lo que era común verla lavando en el canal. Dicen que fue ahí donde el charro la vió por primera vez y después de eso la iba a visitar todos los días hasta que le dijo que su intención era casarse con ella, pero Petra lo rechazó.
Un tiempo después Petra caminaba por la calle de Severino Ceniceros a la casa de una de sus primas, pero el Charro la interceptó y lleno de irá, bajó en forma de tempestad, la arrastró y de nuevo le pidió que se casarán, ella se negó y el charro enfurecido le dijo: “Si no eres mía por las buenas, lo serás por las malas”. Después de este encuentro Petra cayó enferma y murió. Durante los rosarios decían que se oían ruidos, risas y además de fuertes trombas que caían sobre el barrio. En el camino, cuando Petra era llevada al panteón — en aquel entonces las faldas del Teuhtli— dicen que cayó una tempestad, y al abrir la caja para bendecir el cuerpo antes de enterrarlo, Petra había desaparecido, pues como lo había prometido, el Charro se la había llevado. Dicen que Petra todavía se aparece en las calles de San Pedro Tláhuac pidiendo que le den un recado a su familia.
El nahual enamorado
En Milpa Alta los nahuales son una figura recurrente en las leyendas. Estos seres se transforman comúnmente en perros, burros, caballos o toros, gracias a un pacto con el diablo en el cerro o si alguien en la familia ya fue Nahual, puede heredar estas habilidades. Una de las historias que se cuentan es que, en San Pedro Actopan hay dos peñascos donde siempre llegaba un nahual que se ponía a aullar cerca de las dos de la mañana, por lo que despertaba a todos los vecinos. Un día, un señor harto del ruido le disparó al nahual y lo hirió en la pierna. La mañana siguiente estaban en la puerta del señor una pareja, eran los papás del nahual y le preguntaron por qué lo había lastimado si él no le había hecho nada. Le explicaron que venía San Bartolomé Xicomulco y pasa a descansar un rato a esos peñascos porque iba a ver a su novia a Mixquic, por lo que le pidieron al señor que pagara las curaciones del nahual. El hombre muy apenado aceptó.