Sobre Reforma, casi esquina con Insurgentes, se politiza el Día de Muertos. Un pequeño campamento con un altar a los 43 desaparecidos se encuentra en el camellón. “Muertos Incómodos” se lee la leyenda escrita con huesos de plástico a la cima del altar. Ni los muertos se escapan de la política. “Si eres neutral en las situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor”, dice un letrero sostenido por un alebrije de dos metros. La Ciudad de México tiene voz propia, jamás se calla. La protesta es perpetua incomode a quien incomode, participe quien participe. Late el corazón de un profeta furioso al centro de la ciudad.
Insurgentes y Antonio Caso. Un antiguo edificio localizado en una aguda esquina, las paredes color crema corroídas por el tiempo, el espectacular anuncio de Seps sobre el costado del edificio recuerda días antaños de esplendor. Alguna vez frecuentado por la clase alta mexicana, ahora olvidado para convertirse en una imagen de otro tiempo.
La lluvia cae gentil, el camino sigue sobre Insurgentes. El Toks frente a la estación Revolución de la línea 1 del Metrobús está en otro edificio del esplendor mexicano de tiempo pasado. Al menos esa mentira dicta su arquitectura de imponente cantera que desafía al tiempo pero no a la cadena que lo ocupa.
La nostalgia corre por el sistema nervioso de la zona centro de Insurgentes. El Circo Unión de Buenavista se muestra decadente y renovado bajo sus carpas azul metálico. Ofrece las mismas atracciones que asombraron a generaciones por décadas atrás: el hombre bala, malabaristas, acróbatas, domadores de leones, elefantes, etc. Pero cesaron de atraer a las generaciones más revolucionadas por la inmediatez de los acontecimientos.
Afuera de la estación de Buenavista se encuentra el vagón frontal de una locomotora, cuando esta solía ser una terminal que te llevaba más allá de Ciudad Azteca. De un lado hay un centro comercial, el cual no me molesté en visitar. Entré a la superficie de la terminal dónde hay un mercado de dulces, imitaciones, CDs, DVDs, BluRays, y mucho de lo que se encuentra en la mayoría de los tianguis.
Detrás de la estación se encuentran las dos joyas de la corona: la Biblioteca Vasconcelos y el mercado del Chopo.
La Librería Educal se encuentra bajo la sombra de la Biblioteca Vasconcelos. Una pequeña construcción con la fachada de largos vitrales decorados blancos patrones emulando al viento, el agua y el fuego. Al otro lado de la explanada está la entrada de la Biblioteca bajo la imponente caída del frente del edificio ante los ojos del espectador. Al entrar al monstruo, la arquitectura resplandece con su estilo futurista de caducidad corta, es como entrar a una película setentera de Stanley Kubrick en dónde la escenografía crea una paradoja retro-futurista. Los estantes flotan sobre el pasillo principal, sostenidos por estructuras minimalistas de acero. El mar de libros almacenados en siete pisos causa angustia a cualquier lector. Toda una vida no basta. Subiendo por las escaleras de metal, te sorprendes al ver que no se mueven como en una nave espacial de Star Wars.
En los niveles superiores se encuentran balcones austeros con una de las mejores vistas al norte de la Ciudad y a los jardines de la Biblioteca. El jardín botánico de la Vasconcelos está integrado por 60 especies de árboles y más de 100 especies de arbustos y plantas ornamentales, representando la diversidad de la flora mexicana. Prácticamente todos los ecosistemas del país están representados en un diseño temático que caracteriza la vegetación regional de montañas, desiertos, costas y la selva tropical.
La Biblioteca Vasconcelos es una joya integralmente. Un espacio que sin duda frecuentaría de vivir un poco más cerca.