La historia del Desierto de los Leones tiene un principio religioso y espiritual. Al visitarlo, lo más nostálgico e impresionante es el ex-convento, que parece ser el centro del bosque que te rodea. La Orden de los Carmelitas Descalzos lo construyó allí en el siglo XVII porque se les presentaron distintas señales. De acuerdo con Maricela Montelongo Fernández, guía del convento por más de 20 años, su misión inicial era llegar a Puebla y después a la falda del Popocatépetl, donde construirían su hogar, al que se referirían como “desierto”. Ellos llamaban “desierto” a aquel lugar que emanaba paz y tranquilidad para poder llevar una vida devota a Dios y sus lecciones.
Los rumores e historias cuentan que mientras esperaban los permisos para construir su fundación, un viajero de otro país se acercó a los hermanos para decirles que necesitaban construir en los montes de Santa Fe por un sueño que tuvo. Al poco tiempo, una señora les imploró que tomaran esto con seriedad, ya que Jesús le ordenó lo mismo. Eran demasiadas señales para ser ignoradas, así que emprendieron su camino y al llegar encontraron casi todo lo que necesitaban: un monte que simbolizaba el Monte Carmelo en Palestina y la lejanía de la civilización, pero faltaba lo más importante, el agua.
Los carmelitas descalzos estaban a punto de darse por vencidos cuando un campesino se les unió en la caminata y los llevó, sin decirlo, a un río, y luego se esfumó. Confundidos, regresaron a la Iglesia cercana del pueblo de San Mateo y quedaron asombrados al ver que el campesino era la viva imagen de San Juan Bautista. Ya sin dudas, comenzaron a construir en 1605 el convento y las ermitas del Desierto de los Leones.
¿Por qué “de los Leones”?
El origen de la terminación “de los Leones” tiene dos teorías. La primera es que los representantes de la corona española de la zona cargaban con este apellido, pero yo siempre voy a preferir la segunda: había pumas cazando en los bosques, y los confundían con leones. Por 200 años este fue el hogar de los hermanos, que siempre llevaron una vida humilde y estricta. Vivían la mayoría del tiempo en silencio total y dedicados a la oración, inmersos en contemplar de la vida y la continua construcción del convento. Los Carmelitas Descalzos llevaron una vida en muchos sentidos sencilla y en muchos otros altamente complicada.
Los más devotos de los hermanos elegían alejarse del convento y vivir en pequeñas ermitas que hasta el día de hoy puedes encontrarte abandonadas y decadentes en el bosque. Estos devotos podían pasar años sin ver otra cara; sus únicos acompañantes eran el viento, el sol, la luna o el frío de la noche, y quizás algún puma que confundían con león.
En 1711, un temblor dañó la construcción del convento y decidieron tumbarlo y usar los mismos materiales para hacer lo que vemos hoy. Maricela relata una historia no documentada que cuenta sobre una oración durante una tormenta, un rayo mató a tres de los hermanos que, se dice, no estaban concentrados en la oración. Los otros 17 que sí rezaban se salvaron del rayo gracias a la imagen del arcángel San Miguel.
Para 1801 la civilización ya había alcanzado al Desierto de los Leones, ya que es la forma obligada para salir y entrar al poniente de nuestra ciudad. No sólo los viajeros, sino también los criminales comenzaban a aprovecharse de los Carmelitas Descalzos hasta que arruinaron su visión del Desierto de los Leones y finalmente la abandonaron.
El ahora ex-convento del Desierto de los Leones se había convertido en una cueva de ladrones. Y lo fue por años hasta que alguna autoridad los espantó. Así comenzó otra etapa en su historia como una fábrica de vidrio que todavía genera sospechas. Algunas personas dicen que, en realidad, la fábrica era utilizada para falsificar moneda, pero hasta el día de hoy la guía, Maricela Montelongo Fernández, se encuentra vidrios en sus alrededores.
El Brindis del Desierto
Otro de los eventos memorables en el Ex Convento fue el llamado “Brindis del Desierto”, que ocurrió en 1848 durante la ocupación estadounidense liderada por el General Scott. La guerra se había perdido y muchos liberales importantes como Miguel Lerdo de Tejada organizaron en el ex-convento un banquete para el General. Ahí brindaron por la ocupación de nuestro país e incluso se rumora que le ofrecieron la presidencia. Muchos de ellos veían la presencia de los estadounidenses como una forma de traer paz y administración a nuestro país. Algunos incluso soñaban con que nos anexaran a la Unión Americana.
En la Revolución, el ex-convento del Desierto de los Leones también fue cuartel para Valentín Reyes Navas, uno de los comandantes cercanos al General Emiliano Zapata. Y en 1917, el presidente Venustiano Carranza lo declaró el primer Parque Nacional de todo México, con la intención de proteger el agua de los manantiales y ríos que llegaban a los acueductos que daban de beber al sur de la ciudad. En su última etapa, antes de convertirse en un museo, el ex-convento fue hogar de 15 familias que se dedicaron a reconstruir y conservar la historia del lugar. Eventualmente fueron reubicadas a La Venta.
Este es un lugar asombroso de nuestra ciudad, pues continúa su tradición de mostrarnos muchas facetas de la historia de México. En este bosque se ha vivido todo tipo de vidas y extremos, y es bello pensar cuántas otras historias y eventos memorables continúan manifestándose tras sus pinos y paredes. El Desierto de los Leones es de esos lugares en los que puedes sentir la historia con cada paso que das y nos ofrece actividades que nunca fallan en proveer un buen día. Ya sea andar en bicicleta por su carretera, perderte entre su naturaleza para meditar o, como todo buen ciudadano, echarte unas buenas quecas. El desierto de los Leones es un lugar que nunca dejará de generar historia.