La colonia Algarín es famosa por ser la meca de la impresión a gran escala, además de esconder uno que otro vestigio de la incesante transformación de esta gran ciudad. Figuras literarias como el poeta José María Bustillos, el escritor Bernardo Couto, el bibliófilo Juan E. Hernández y Dávalos y el historiador José Toribio Medina, alguna vez compartieron tiempo y espacio en la Algarín.
Realmente no consta en documentos oficiales, pero la tradición oral asegura que la colonia Algarín le debe su nombre a los dueños originales del predio, los Algara. El diminutivo le fue concedido gracias al hijo mayor de la familia al que cariñosamente conocían como “Algarín”, mote que, con el paso del tiempo, se hizo extensivo a toda su descendencia.
Previo a la urbanización existían amplios campos de milpa regados por el Río de la Piedad que colindaba al sur antes de ser entubado. Según una cronología de aniversario del Aeropuerto Internacional de la CDMX, alrededor de 1915 llegó a haber un campo de aviación.
La primera casa de la que se tiene registro se construyó durante la primera década del siglo XX, cuando el metro cuadrado de terreno costaba entre 25 y 30 centavos. Le perteneció a un español de apellido Mayo quien montó una miscelánea, presumiblemente ‘La Fortuna’, ubicada en el número 98 de la Av. Casa del Niño, hoy José Toribio.
En el cruce de Juan E. Hernández y Dávalos (antes Av. Algarín) y 5 de febrero, hay una casona de dos pisos con reconocibles balcones saledizos que, en la actualidad, luce prácticamente igual que en los treinta. También en la intersección de lo que se conocía como Casa del Niño (hoy José Toribio) y Antonio Plaza resiste un domicilio de una sola planta que, con algunas modificaciones y algo más de deterioro, presume el mismo enrejado que cuando se le concibió por vez primera. Lo que alguna vez fue la tienda de abarrotes ‘La Pachuqueña’ todavía conserva su espíritu mercantil, aunque ahora volcado en el rubro de la impresión. El edificio es el mismo, ubicado en el 462 de la Av. 5 de febrero.
De vuelta al siglo XXI y un rápido paseo por la Algarín y su vecina, la Obrera, revela que la columna vertebral de estos barrios son las imprentas. Entre metro Chabacano y Lázaro Cárdenas, sobre Isabel la Católica, 5 de febrero, Juan E. Hernández y Dávalos, José Peón Contreras y Fray Juan de Torquemada, por mencionar algunas calles; se extienden y multiplican locales que alguna vez fueron casas y que ofrecen servicios de impresión, diseño, serigrafía y más. Básicamente, en la Algarín pueden imprimir lo que quieras sobre casi lo que sea.
Y tal como otras colonias aledañas, la Algarín guarda y alardea sobre su propio pedazo de historia: En el número 68 de Bernardo de Couto, hoy Plaza Algarín, se transmitió durante años la hora exacta por minuto bajo la consigna: “XEQK proporciona la hora del Observatorio, misma de Haste. Haste, la hora de México, un nuevo concepto del tiempo”. La señal se enviaba por vía telefónica desde la estación de radio XEQK-AM y las transmisiones se hacían a control remoto desde el Palacio de Bellas Artes.
Naturalmente, el transcurrir implacable de la vida le ha cambiado el rostro a la colonia Algarín, sin embargo, aún quedan en pie algunas pocas estructuras que dan fe de sus primeros años de existencia.