Sobre la Avenida Ricardo Flores Magón, al norte de la CDMX, destaca un enorme rascacielos cuya forma de prisma triangular se ha convertido en todo un emblema del Conjunto Habitacional Nonoalco Tlatelolco, “la ciudad dentro de la ciudad”. Estamos hablando de la Torre Insignia, anteriormente conocida como la Torre Banobras; una edificación que, en su momento, fusionó lo mejor del urbanismo y la arquitectura pública, replanteando así las formas tradicionales sobre las que se cimentó el México moderno.
La importancia de la Torre Insignia es tal que, hasta la estación adyacente del Metro Tlatelolco, toma prestada su singular silueta para darle forma al logotipo que la representa. Se trata de una obra del visionario Mario Pani que, como el resto de las construcciones en su catálogo, apela a la funcionalidad, sin dejar de lado el valor estético implícito.
El levantamiento del edificio de 127 metros de altura y 25 pisos arrancó en 1959, y fue terminado hasta 1962, mismo año de su inauguración. Ello se produjo poco antes de que el conjunto habitacional abriera las puertas de los casi 12 mil departamentos que le integran, ya que los inquilinos necesitaban un lugar en donde realizar el pago de sus mensualidades, así como de los servicios públicos. En aquel momento se erigió como el segundo inmueble más grande de la capital, sólo por detrás de la inmortal Torre Latinoamericana. Actualmente es el tercer edificio más alto en la Avenida Insurgentes, ya que el predio de 24 mil metros cuadrados alcanza esta importante arteria de la ciudad.
Durante su edificación, el reto más significativo para los ingenieros fue lidiar con el terreno inestable de la zona. Para la década de los sesenta, debido al aumento demográfico y el encarecimiento del suelo; resultó imprescindible abandonar el típico modelo de construcción horizontal -muy común en las vecindades antiguas-, para darle paso a la verticalidad. Desde luego, no fue tarea fácil ya que, como todos sabemos, se trata de una zona con alta actividad sísmica. Así pues, la Torre Insignia fue una de las primeras en el mundo en utilizar tecnología de amortiguadores telúricos, además de ocupar materiales como acero, aluminio y hormigón reforzado. De hecho, aún es considerada como una de las obras más seguras del país, pues en teoría puede resistir un terremoto de 8.5 grados en la escala de Richter, algo que en la práctica ya demostró tras sobrevivir intacta a 8 sismos.
Sin embargo, la desolación y paranoia que siguió al terremoto de 1985 cobró una factura demasiado alta a la Torre Insignia y, en general, a todo el barrio. Después de albergar durante casi 30 años las oficinas del Banco Nacional de Obras Públicas (BANOBRAS) que, junto con el ISSSTE prácticamente financiaron el proyecto habitacional; el inmueble se sumió en el completo abandono. Ello es particularmente visible en los murales abstractos que adornan la parte superior de la pirámide, que hoy en día lucen incompletos y sin un plan definido para rescatarlos.
‘Motivos Tlatelolcas’, del artista guatemalteco Carlos Mérida, es el nombre que recibe el quehacer plástico de la Torre Insignia. Está constituido por mosaicos venecianos que, en conjunto, representan a Tláloc y Ehécatl a partir de figuras geométricas. No obstante, según la especialista de la UNAM, Louise Noelle, desde su génesis el mural experimentó dificultades. Debido a la falta de recursos, Mérida no pudo encargarse de la colocación de las piezas, así que Pani ordenó fueran instaladas por los obreros. A ello hay que sumarle que el autor no cobró ni un solo peso por su aportación.
Luego de 22 años de indefensión, la Torre Insignia fue arrebatada de BANOBRAS y, en 2011, adquirida por la compañía estadounidense Cushman & Wakefiel, a través de una subasta pública. Ese mismo año comenzaron los trabajos de remodelación que contemplaron el cambio de los vidrios laterales por unos más modernos y ligeros; reparación de cimientos e instalaciones eléctricas; mantenimiento a la maquinaria de los elevadores; además de cambios en los acabados interiores. También se reconstituyó el estacionamiento, que ahora tiene capacidad para 600 automóviles. Actualmente, el edificio está valorado en 24 mdp y está habitado por la Secretaría de Educación Pública (SEP) y las oficinas de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia de México (UNADM).
Como dato curioso, la cima del recinto está coronada por un carrillón, que es un sistema de 47 campanas accionadas por un teclado mecánico, regalo del gobierno de Bélgica en conmemoración a los 150 años de la Independencia de México. Desafortunadamente, el artefacto ya está en desuso y las campanadas son inaudibles para los vecinos de Tlatelolco quienes, a pesar de todo, aún encuentran orgullo y confort en su Torre Insignia. La eterna vigilante de la “ciudad dentro la ciudad”.