Cuando Carlos Lazo comenzó a bosquejar la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas (SCOP) – ahora la Secretaría de Comunicaciones y Transportes -, una de las primeras cosas que le dijo a sus colaboradores fue “evitemos lo atemporal y lo anecdótico. Busquen símbolos que sean positivos y eternos”.
Casi 70 años han pasado desde aquel discurso, y lo cierto es que el arquitecto Lazo cumplió a cabalidad sus pretensiones. Ubicado en el cruce de Xola y Eje Central, a la altura de la colonia Narvarte; aún se erige una de las edificaciones destinadas a la función pública más importante de nuestros tiempos. Pensada como una suerte de extensión de la Ciudad Universitaria, el antiguo Centro SCOP ahora Secretaría de Comunicaciones y Transportes, con toda su magnificencia, se niega a ceder a los caprichos del tiempo y se aferra a cumplir los deseos de su creador: perdurar a través del tiempo.
Luego de levantar en tan solo dos años la majestuosa Ciudad Universitaria, Carlos Lazo continúo con su propuesta de descentralizar los órganos gubernamentales y concentró todas las dependencias de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas -de la que recién se había hecho magistrado-, en un mismo lugar. Ocupó el predio que alguna vez estuvo destinado a ser la sede sur del Hospital La Raza, y lo convirtió en una auténtica exhibición de modernismo arquitectónico, estrechamente vinculado a la idea de progreso y nacionalismo de la época. Naturalmente, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes nunca se pensó como un recinto ordinario de oficinas: Fue una declaración soberbia y definitiva del auge del Estado, bajo la gestión de Adolfo Ruíz Cortines a mediados de la década de los cincuenta.
Obedeciendo a los elementos distintivos del modernismo, la actual Secretaría de Comunicaciones y Transportes barrió con todas las reminiscencias neoclásicas y renacentistas que aún conservaba y se reinventó en el funcionalismo. Una corriente que tiene como principio diseñar los edificios atendiendo a que sean útiles, cómodos y respondan a las necesidades de los usuarios. Así pues, además de ser dotado con una torre de 10 pisos, el conjunto también contempló grandes áreas verdes, múltiples accesos, cocina/comedor, guardería e incluso una unidad habitacional para sus trabajadores.
El esqueleto de la Secretaría de Comunicaciones está hecho de vidrio, acero y concreto; sin embargo, su tesoro más grande yace realmente en las paredes. Son 6 mil metros cuadrados de murales, una extensión poco más grande que la de un campo de futbol. Fueron realizados bajo la técnica de mosaico, y se necesitaron 18 meses de trabajo para completar las piezas, ensambladas en el Taller de Artesanos de la Ciudadela.
Buscando repetir la hazaña de C.U., además de complacer a Ruíz Cortines en su deseo de incluir obras que transmutaran la dualidad tradición-modernidad; Lazo invitó a Juan O’Gorman a seguir explorando su labor como muralista, ahora en el proyecto de la SCOP. A él se unieron otros destacados artistas plásticos, como José Chávez Morado, Francisco Zúñiga y Rodrigo Arenas; y juntos diseñaron los 14 murales que adornaron la magnífica fachada de la Secretaría capitalina.
Pictóricamente hablando, los murales trataban de introducir a partir de la cosmovisión indígena el ideal de una nación moderna. Destacan varios elementos precolombinos, además de eventos claves en el progreso de México, como la Independencia o la Revolución. Otros elementos iconográficos, incluyendo correos, caminos, redes aéreas y aparatos eléctricos; ensalzaban el potencial de las florecientes comunicaciones.
Desafortunadamente, el sueño de inmortalidad de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes se desvanece día con día, ya que actualmente está abandonado y a la espera de saber qué es lo que harán con él y sus preciados murales. El temblor de 1985 dejó importantes secuelas estructurales a su paso y, como en una crónica de muerte anunciada, el #19s significó la estocada final haciéndolo inhabitable. Desde 2018 se han realizado algunos trabajos de retiro, desmontándose más de dos mil mosaicos procedentes de murales como ‘Conquista y Libertad’; ‘Independencia y Progreso’; ‘Los Mayas’ y ‘Cuatro Siglos de Comunicaciones’.
Es verdad que existe un poco de tensión desde entonces, pues artistas plásticos y expertos en la materia temen que el patrimonio arquitectónico de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, ciertamente al borde de un nuevo colapso; sea demolido desde sus cimientos. Suerte distinta correrán los murales de O’Gorman y compañía, ya que pueden ser desmontados y desplazados.
Entre la muchedumbre y la vorágine de la CDMX aún resiste la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, un monstruo gris y silencioso que, aún en su infortunio, continúa conjurando hechizos y cumpliendo la promesa que le hizo a la perennidad.