Paola Sánchez y Héctor Juárez son las mentes maestras detrás de Primal Studio: un estudio transdiciplinario que resuelve asuntos de diseño, arquitectura, suministro de agua, urbanismo, movilidad, entre muchas otras cosas, con los recursos que ya existen. Es decir: no inventan cosas nuevas que generan más residuos.
Desde estudiantes sienten una fascinación por lo interdisciplinario. Hasta la fecha, la libertad que genera este estado de pensamiento es lo más importante en su estudio y provoca que anden con los ojos más abiertos, atentos a otras necesidades, y que el espacio del estudio de diseño sea un estilo de vida.
Los que conforman el equipo de Primal resignifican el concepto de “integrante”, pues no funcionan sólo como partes, sino que cada uno está completo según su propia verdad. Para hablar de Primal es preciso recordar al mayor soñador práctico de los últimos tiempos, Buckminster Fuller, para quien la integridad era la esencia de todo y nada lo explica más claro que su propia figura multidimensional: Bucky pasó su vida entre la arquitectura, el diseño, la geometría, la ingeniería, la ciencia, la cartografía y la educación, siempre en resistencia a títulos de especialización para describir su trabajo. Quería advertir al mundo que el reduccionismo o la sobre-especialización (tendencia cada vez más arraigada) es una ilusión peligrosa por que “separa” la naturaleza en partes, en lugar de contemplarla como un sistema completo. Y una de las cosas que afirmó es que “el todo siempre es más que la suma de sus partes”.
Primal, al igual que este “científico integral”, se resiste a la inmovilidad de la clasificación. Es un estudio que por sus procesos y formas de hacer las cosas se ha convertido en epicentro de la creatividad citadina: desde su espacio en la colonia Iztacalco se mueve entre las posibilidades del diseño gráfico, el urbanismo, la consultoría, la arquitectura y el interiorismo.
La casa de Primal, por ejemplo, perteneció a la abuela de Héctor y poco a poco la fueron remodelando, hasta convertirla en un laboratorio vivo de sus propias inquietudes: todo está hecho con materiales reusables, tienen su huerto urbano y es autosustentable. De hecho, uno de sus proyectos más increíbles y reconocidos es 754 mm, su propio mecanismo de captación de agua, que comenzaron ahí mismo y que ya replican en otras partes de la ciudad y del mundo.
El agua que captan de las lluvias y que no necesitan la reparten entre los vecinos y comunidad en botellas de vidrio que rescatan. Una vez a la semana una de las integrantes –que es arquitecta y chef– hace desayuno con los productos del huerto con invitados de la comunidad.
Es verdad que las mentes más inquietas son las que mueven el mundo. Algunas lo hacen con el alardeo de una revolución, otras con la discreción de una hormiga, articulándose con su entorno. Solucionando problemas desde local para contribuir a la humanidad. La integridad, esa palabra que ha sido tan gastada, vuelve a tener sentido con proyectos así.
“I want you to think this (integrity) as individuals. What can I do? What can I do? I’m just a Little tiny guy…” B.F.