En el cruce de Eje 10 e Insurgentes Sur la actividad es constante. Todos los días transita el Metrobús junto a camiones, micros y combis. Van a todas partes: a San Jerónimo, al Cerro del Judío, a la Magdalena Contreras. Oficinistas entran y salen de los edificios de la zona por la mañana, al mediodía y por la tarde. Estudiantes de la UNAM caminan a CU mientras los automóviles fluyen incesantemente. En medio de este caos, suele pasar desapercibido un pequeño monumento a uno de nuestros artistas más conocidos. Se trata de la Plaza Rufino Tamayo. Esta es su fascinante historia.
Un homenaje que Rufino Tamayo nunca vio
Rufino Tamayo es uno de los pintores mexicanos más reconocidos en nuestro país y en el mundo. Por esa razón, resulta más que natural que exista un monumento en su honor. Sin embargo, pocas personas conocen su existencia. Menos aún saben que es obra de Teodoro Gonzalez de León, en colaboración con Ernesto Betancourt
. González de León es el arquitecto detrás del Auditorio Nacional
, el MUAC y el mismo Museo Rufino Tamayo. Para este último, fue Tamayo en persona quien convocó a González de León y Abraham Zabludovsky.
La construcción de la plaza se llevó a cabo entre 1990 y 1991. Se eligió un pequeño predio en el cruce de Insurgentes y Río Magdalena, colindante con el panteón San Rafael. Por su cercanía con González de León, Tamayo conoció el proyecto. De acuerdo con este videoensayo
, se entusiasmó tanto que pidió que lo invitaran a la inauguración. Sin embargo, el artista falleció en junio de 1991, poco antes del corte de listón. Este se dio con la construcción aún inconclusa, por lo que tuvieron que pasar algunos meses más para su finalización.
Plaza Rufino Tamayo, el encanto de la perspectiva
La plaza Rufino Tamayo integra varios elementos. Por un lado, tiene jardineras que funcionan también como bancas. En un principio, estaban pensadas para contener flores que representaran la paleta de colores de Tamayo. Hoy, sin embargo, solo cuentan con algunas plantas. La plaza incluye también un busto del pintor oaxaqueño y un camino de pérgolas. En un día soleado, estas crean un juego especial de luz y sombras. En ocasiones, es posible ver a fotógrafos que aprovechan este espacio para retratar a quinceañeras o parejas. Finalmente, hay una fuente monumental, la cual se erige como el eje central de la plaza.
La fuente monumental está conformada, a su vez, por siete arcos que crean un perspectiva que remata en una reproducción en mosaico. Se trata de una obra que Tamayo realizó para la obra de ballet Antígona (1959), de la Royal Opera House. Bajo la dirección de Mikis Theodorakis, Tamayo participó como escenógrafo y vestuarista. Lo interesante de los arcos que adornan la fuente es su efecto óptico. Si te colocas en el puente rojo que destaca en medio de la plaza, la profundidad entre el primer arco y el mural parece de unos 90 metros, cuando en realidad es de solo 23.
Esta plaza es una obra plástica importante dentro de la obra de González de León. Es, también, un testimonio del cariño y amistad entre el arquitecto y Tamayo. Sin embargo, la Plaza Rufino Tamayo pasa inadvertida, eclipsada por una agencia automotriz que la utiliza como escaparate y el incesante flujo de automóviles y metrobuses. No es la primera vez que los motores ahogan la belleza.