Emprender una caminata por el Centro Histórico de la CDMX siempre será un agasajo pues, además de saturar todos nuestros sentidos con sus colores, aromas y sonidos; invariablemente regresamos con una nueva lección de la rica herencia cultural que nos precede. Y es que, aunque algunas calles y esquinas hoy puedan parecer genéricas, lo cierto es que han presenciado estoicas la gradual pero firme transformación de esta ciudad. Tal es el caso del popular cruce entre Avenida Hidalgo y Eje Central en donde alguna vez se erigió el emblemático Edificio La Mariscala y, antes de él, una importante casona de la época colonial.
Fue a finales del siglo XVI que la intersección entre La Mariscala (hoy Avenida Hidalgo) y Puente de la Mariscala (hoy Eje Central) tuvo su primer dueño. Se trató de Carlos de Luna y Arellano, Mariscal de Castilla, quien ahí construyó su casa. Entonces considerada como una de las edificaciones más elevadas y vistosas de la zona; contó con hermosos balcones saledizos (uno de ellos esquinero, algo muy tradicional en Extremadura, España), además de un pretil de almenas y el escudo de armas de la familia grabado en la puerta principal.
De cara a la urbanización propia de la década de los cuarenta, el predio que durante tanto tiempo albergó a la Casa de los Mariscales de Castilla cedió su territorio para inaugurar un moderno rascacielos art decó de 22 pisos y 100 metros de altura, que en honor a su antecesor conservó el nombre de La Mariscala –aunque también llegó a ser conocido como Edificio Hidalgo. Manuel Ortiz Monasterio, ex director de la Escuela Nacional de Arquitectura, fue el encargado de diseñar el inmueble que en su levantamiento ocupó concreto, vidrio, metal y piedra, para encajar en los estándares prácticos y simétricos de su corriente estilística.
El edificio permaneció más o menos igual durante dos siglos y medio, e incluso llegó a ser habitado por Manuel Tolsá y Vicente Riva Palacio. Sin embargo, para la década de los 30, la construcción fue mutilada y vendida en partes, dando paso a su inevitable destrucción.
Durante poco más de 40 años, el Edificio La Mariscala fue uno de los grandes atractivos visuales del Centro Histórico, pues gozó de una ubicación privilegiada justo a espaldas del Palacio de Bellas Artes y sobre una de las arterias principales de la ciudad. Con su inconfundible cilindro superior, visible desde casi cualquier ángulo aledaño, acogió algunas dependencias de la antigua Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas (SCOP) y las oficinas corporativas de Ford Motor Company.
Desafortunadamente, el Edificio La Mariscala no pudo evadir la mala suerte de sus predecesores y en 1987 fue completamente demolido, tras el sismo de 1985. Aunque no se desplomó como otros iguales del sector sí sufrió grandes afectaciones quedándose sin escaleras a partir del tercer piso, lo que dificultó las labores para ascender y empezar a tirarlo. En aquel entonces fue el edificio más alto jamás derribado en la Ciudad de México, por lo que su demolición fue una de las más caóticas y espectaculares de las que se tenga registro. En 2009 cedió la corona al Edificio Reforma 506, que fue desmantelado con sus 26 pisos y 105 metros de altura.
Tres décadas después de haber desaparecido del panorama, el sitio en donde alguna vez se cimentó glorioso el Edificio La Mariscala hoy no es más que un simple estacionamiento. En 2012, el INBA adquirió la propiedad por $63 millones y medio de pesos para supuestamente acondicionarlo como resguardo de la mecánica teatral de la sala principal del Palacio de Bellas Artes, amén de salones de ensayo para grupos musicales y de danza. No obstante, hasta el día de hoy, ninguno de esos planes ha llegado a término y la emblemática esquina de Hidalgo y Eje Central, que alguna vez hospedó a la realeza ibérica y después a la modernidad capitalina; aún espera silenciosa por un nuevo capítulo en su historia.